REDES-
Revista hispana para el análisis de redes sociales.
Vol.1,#2, enero 2002.
http://revista-redes.rediris.es
Carlos Lozares Colina
Joan Miquel Verd Pericás
Joel Martí Olivé
Pedro López Roldán
Departamento de Sociología,
Universidad Autónoma de Barcelona
El artículo hace un repaso de las diferentes
propuestas que dentro del ámbito de la sociología (o cercanos) toman elementos
de o se han inspirado en el Análisis de Redes Sociales para realizar el
análisis de textos y/o discursos.
A pesar de que la concepción relacionista tiene ya
una cierta tradición en el análisis del discurso, no ha sido mas que a partir
de la década de los ochenta que se han desarrollado propuestas que, con mayor o
menor intensidad, aplican la idea y el instrumental de redes sociales al
análisis de textos. No obstante, muchas propuestas no superan los problemas que
llevan asociados los análisis de carácter atributivo y/o categorial. Sólo
algunos procedimientos llegan a utilizar la aproximación reticular como forma
de preservar la articulación, y con ello, la estructura semántica y sintáctica
del texto. Al panorama de las escasas propuestas existentes que siguen esta
orientación, el artículo incorpora los procedimientos (que denominados Análisis
Reticular del Discurso) que los autores vienen desarrollado sobre dicha
perspectiva y que insisten además particularmente en el trabajo de interpretación
y con-textualización del discurso
La perspectiva de análisis centrada en las variables
y/o atributos juega y ha jugado un papel hegemónico en la investigación
cuantitativa en ciencias sociales y en particular en sociología. Su
potencialidad está demostrada para los modelos de tipo correlacional y causal y
en otros procedimientos de naturaleza más descriptiva y/o empírica. Por su
generalización se ha naturalizado y se presenta casi como la exclusiva
perspectiva de análisis cuantitativo de datos sociales y, en consecuencia, como
algo que va de sí, como puramente instrumental y sin una carga metodológica
particular. Lo propio de esta orientación está en que selecciona como objeto
directo y elemental de análisis los
atributos de las unidades de análisis; de ahí que la imagen de un sujeto con
sus características pueda equipararse a la de un átomo con sus propiedades. La
relación entre sujetos sociales queda entonces eclipsada en tanto que unidad
directa e irreductible del análisis social. Es verdad que en esta perspectiva
atributiva se recupera la relación entre sujetos, pero de una manera abstracta
y posteriormente en los análisis, aunque previamente se haya usado a los
sujetos como comodines aleatorios, es decir, sin vínculos. Esta perspectiva
exige claras segmentaciones y categorizaciones de los contenidos sociales junto
a una dicotomía analítica entre la unidad de análisis, el sujeto social, y sus
atributos como condición previa del análisis, lo cual conlleva toda una visión
de cómo considera a los sujetos y al fenómenos sociales. Por el contrario cabe
otra orientación que considera la interacción, y la relación como resultado,
como la unidad irreductible del análisis social, en la que las propiedades o
características sociales se construyen en los procesos relacionales (Emirbayer,
1997).
Siguiendo esta idea y como alternativa[1]
a la perspectiva atributiva se presenta el modelo reticular como un intento de
establecer como objeto primero y directo de análisis la relación entre sujetos
sociales. La idea de relación, como unidad de análisis, está en el meollo del
todo social y, por tanto, de su construcción, partiendo siempre de que la
relación es el resultado de la interacción. Parece pues que la orientación
relacional guarda una mayor homología con lo que es el proceso de constitución
de lo social. La idea central consiste en que lo social no se construye a
través de categorías o atributos sino a través de los lazos o vínculos entre
sujetos, incluso no estando directamente relacionados y unidos. Las acciones
son pertinentes y consideradas en la medida que expresan propiedades emergentes
de la conexión o ligazón entre las unidades de observación (Knoke y Kuklinski,
1982). Además una relación está vinculada específicamente a otras relaciones
que constituyen su contexto, contexto que la relación primera contribuye
también a construir. Ambos, relación y contexto relacional, pueden modificarse
en los procesos sociales. Las entidades o unidades quedan “atrapadas” o
coaccionadas, o mejor, identificadas, por su posición en dicho andamiaje
social. Esta perspectiva se sitúa más acá del holismo y más allá del atomismo
atributivo y del individualismo. Lo que interesa recalcar aquí es que esta
perspectiva reticular se ancla en una visión de la práctica social (de los
sujetos sociales y de la estructura) centrada en la interacción social sin
romper, desde la misma recogida inicial de la información y del dato, la unidad
constitutiva de donde emerge lo social que es la relación. No se trata pues de
un simple instrumento, sino que posee y se deriva de un contenido metodológico
y de una visión específica de los fenómenos sociales. Dentro de las teorías y
métodos que tratan de asentar y operativizar esta orientación se encuentra la
teoría de las redes sociales.
Con todo, tampoco se puede olvidar el lado
operativo e instrumental que juegan los diferentes métodos reticulares en el
análisis de los hechos o fenómenos sociales. Este carácter instrumental de las
redes sociales implica que, como herramientas, puedan ser utilizadas no
solamente en la descripción y explicación de las pautas de relación de
contenido estrictamente grupal o institucional, sino que sean aplicables a
cualquier sistema en que sea posible conceptualizar relaciones de carácter
reticular entre diferentes unidades. Pero el análisis de redes sociales tiene
limitaciones en sus aspectos de aplicación. Hace ya unos años Pizarro señalaba
algunos de estos límites (1990: 147): “Por el momento al menos, las
investigaciones inspiradas en la perspectiva del análisis de redes tienen dos
limitaciones de capital importancia: son fundamentalmente estáticas y
descriptivas”. A ellos habría que añadir los problemas relacionados con la
identificación de los actores, las relaciones en redes de gran tamaño y las
dificultad que entraña una teoría muestral de relaciones. Algunos de estos
problemas lo son menos cuando esta perspectiva se aplica a datos de carácter
textual, aunque -también sorprendentemente- estas aplicaciones son hasta el
momento muy escasas. Es cierto que toda superficie discursiva es el producto de
un proceso de carácter dinámico de (co)construcción e interacción con un
contexto determinado, pero también es cierto que como producto acabado de ese
proceso tiene un naturaleza estable y estática. Es en este sentido que Van Dijk
(1998: 76-9) traza una distinción entre análisis dinámico-procedimentales y
estático-estructuralistas: mientras que los primeros caracterizan las
formas en que los objetos discursivos son gradualmente construidos o
interpretados a lo largo de su producción, los segundos los analizan como
producto o resultado de un pensamiento y, por lo tanto, en referencia a
sistemas cognitivos y/o ideológicos previos. Por otro lado, como conjunto
finito y delimitado de enunciados, la identificación de la “población” no
resulta especialmente problemática, siendo una prerrogativa del analista
definir las unidades textuales que constituirán los nodos y el tipo de
relaciones que se establecerán entre ellos.
Nuestro objetivo en este artículo es revisar los
trabajos de todo un conjunto de autores/as que, con una aproximación de carácter
sociológico o cercano, tienen como rasgo en común el haber aplicado con mayor o menor intensidad el instrumental de
las redes sociales a la construcción y análisis de redes de carácter textual.
No nos proponemos pues, pasar revista a todos los métodos relacionados con el
análisis del discurso. No entramos por tanto en el análisis de contenido, ni en los estructurales, ni en otros de
naturaleza más cualitativa o de carácter interpretativo o hermenéutico, tampoco
en aquellos considerados más clásicamente como análisis del discurso, al menos
en la tradición anglosajona, como el análisis conversacional, el de la comunicación etnográfica, el análisis interaccionista o el pragmático
del discurso. No obstante, estas inspiraciones están presentes en las interpretaciones
necesarias previas al análisis reticular del discurso.
La clasificación de las propuestas existentes
la hemos realizado en función de dos dimensiones principales: 1) la extensión y
amplitud de las unidades de análisis (que va de las palabras como unidad
elemental, pasando por la proposición o frase, hasta los párrafos o el texto en
su totalidad) y 2) la complejidad de los vínculos entre ellas (que va de la
existencia o no de relación, a vínculos que expresan intensidad, signo,
dirección o significado). De este modo hemos obtenido tres grupos principales,
considerados, respectivamente, en los epígrafes 2, 3 y 4 del artículo. Aunque
los/as autores/as que trataremos, provienen de diferentes tradiciones, es posible
agruparlos no sólo en función de las características de los análisis que
practican, sino también en función de los antecedentes teóricos[2]
en los que se han inspirado y del marco institucional en el que se enmarcan sus
trabajos. En el epígrafe 5 presentamos nuestro propio desarrollo de lo que
hemos denominado análisis reticular del discurso. Finalmente en el
epígrafe 6 presentamos las conclusiones.
En este epígrafe se agrupan aquellos análisis
que se caracterizan por la utilización de los lexemas o las palabras como unidad de análisis y por
el escaso uso de la posibilidad de caracterizar (en términos de intensidad,
signo, dirección o significado) las relaciones entre las unidades (nodos) de la
red textual resultante. Se trata de análisis que entroncan principalmente con
el análisis de redes de comunicación, aunque existen otros más
inspirados total o parcialmente en los análisis de carácter cognitivo o semántico.
En general, y especialmente los autores que construyen “redes de palabras”, el
procedimiento consiste en codificar un tipo de relación que es simplemente
“estar cercano en el texto”[3].
De acuerdo con los objetivos marcados en la introducción
solamente nos centramos en aquellas orientaciones que asumen modelos con un
grado de cercanía a las aproximaciones relacionales y que, además, tengan una
preocupación formalizadora en el tratamiento y puesta a punto del texto para su
análisis. Los métodos que se centran exclusivamente, con más o menos
intensidad, en la contabilidad y/o correlación de los elementos de la
superficie textual no son objeto específico de nuestro interés actual aunque
puedan inscribirse dentro de los métodos formales. La perspectiva con que
tratan el texto es atributivo-distribucional ya que operan con relaciones entre
lexemas-variables a partir de su frecuencia y lo que nos proponemos,
precisamente, es su superación por métodos que vayan más allá de la exclusiva
contabilidad de proximidades. Esto no quita para que estos métodos de
naturaleza estadística no solamente tengan ya bastantes años de vigencia sino
que hayan demostrado su validez y eficacia en el análisis de textos, sobre todo
en los literarios[4].
En términos estrictos, una red de comunicación
(communication network) es el conjunto de “pautas regulares de contactos
que podemos identificar entre las personas que intercambian información en un
sistema social” (Monge y Contractor, 1988: 107). Los/as autores/as que hemos agrupado a continuación se han
dedicado a analizar las pautas de comunicación en variados sistemas sociales,
aunque principalmente en el seno de (y entre) organizaciones. En este último campo,
el análisis de redes de comunicación y de
redes conversacionales ha tenido una gran difusión, llegando algunos
autores (Bronstein, Gaillard y Piscitelli, 1994) a definir una organización
como un conjunto de redes conversacionales o de acuerdos estructurado a
diferentes niveles.
No obstante, no es hasta los años ochenta
cuando autores trabajando en el ámbito de redes de comunicación empiezan no
sólo a analizar quién se comunica con quién (presencia o ausencia de
comunicación), sino también qué se dice en esas interacciones. En los primeros
trabajos de este tipo las redes se construían entre personas, constituyendo los
miembros de la organización los nodos de la red. Este es el inicio de la
construcción de redes de carácter verbal, aunque aún no propiamente “redes de
palabras”[5].
Sólo posteriormente un pequeño número de autores se ha centrado en la
elaboración de “redes de palabras”. En aras de una mayor claridad expositiva
hemos distinguido ambos tipos de análisis.
En la elaboración de redes de comunicación
(una buena revisión en Wigand, 1988) ha sido habitual considerar
conversaciones, memorándums o llamadas telefónicas como la base para construir
las redes entre actores dentro de una misma organización o entre diferentes
organizaciones/comunidades. Pero no es hasta inicios de los ochenta cuando
surgen trabajos en que los contenidos (lo que en términos generales podríamos
llamar el “significado”) de la comunicación pasan a ser el vínculo entre los
actores. Dentro de esta orientación se sitúan autores/as como Rogers y Kincaid
(1981), Monge y Eisenberg (1987), Stohl (1993), Contractor, Eisenberg y Monge
(1994), Krackhardt y Kilduff (1990) o
Doerfel y Barnett (1997); estos tres últimos citados en Doerfel (1998). Sus
trabajos se han encaminado a la construcción de redes en que las personas
constituyen los nodos de la red, y los datos verbales o textuales son tomados
como relación que une a esos actores.
En términos generales el objetivo de estos
autores es llegar a obtener grupos de actores diferenciados en función de los
contenidos de la comunicación. Monge y Eisenberg (1987) por ejemplo, llegan a
hablar de diferentes subculturas (grupos semánticos) dentro de las organizaciones
que analizan, y Stohl (1993) establece también diferencias culturales entre los
directivos de cinco países analizados.
Más interesantes en relación con la propuesta
de utilización de las redes sociales que aquí haremos son todo un conjunto de
autores/as que toman directamente como nodos unidades de carácter textual. A grandes rasgos comparten las
preocupaciones y conceptos de los/as autores/as que acabamos de citar, aunque
las técnicas utilizadas difieren.
En el trabajo de estos autores/as se pueden
observar dos procedimientos principales: 1) Redes construidas a partir de las
coocurrencias de las mismas palabras o términos relacionados en un espacio de
una amplitud dada dentro del texto; la relación que une las palabras es la
copresencia en la “ventana” de texto considerada. 2) Redes construidas sobre la
base de una matriz de actores por palabras, en que se obtiene una matriz
valorada de palabras por palabras representando el número de ocasiones en que
cada una de ellas concurre en un mismo actor. En relación al primer
procedimiento podemos citar los trabajos de Danowski (1988; 1993), Freeman y
Barnett (1994) y Schnegg (1997). Como muestra del segundo procedimiento podemos
citar el trabajo de Schnegg y Bernard (1996).
Según Doerfel (1998: 23) el calificativo más
indicado para las redes que se obtienen de este tipo de análisis es el de redes
semánticas, aunque como ella misma reconoce habitualmente este
término se aplica a las redes que establecen relaciones entre actores en
función de unas percepciones comunes o una cultura común, es decir las que
nosotros hemos agrupado en el apartado precedente.
Independientemente del término que les
apliquemos, estos procedimientos se caracterizan por analizar las asociaciones
de palabras en los textos de modo que esas asociaciones representen el
significado inherente de los datos. El vínculo o lazo entre las palabras
representa la medida en que dos nodos, i y j, participan de su significado. Es
común en todos los estudios mencionados no partir de categorías previamente
elaboradas o predeterminadas que se impongan al análisis; ello hace que su
“lenguaje” de tratamiento se acerque al lenguaje real y por lo tanto que
respete una mayor validez interna.
El concepto de redes cognitivas no es
mayoritariamente utilizado entre los autores que agrupamos a continuación. De
hecho, prácticamente cada autor que utiliza el instrumental de redes como forma
de representar el conocimiento que sobre la realidad tienen unos actores ha
acuñado su propio término, aunque uno de los preferidos es el de redes
semánticas. Este término también lo utilizan -y por ello resulta un
concepto equívoco- algunos autores (Jang y Barnett, 1994; Monge y Eisenberg,
1987; Schnegg y Bernard, 1996) que trabajan en el ámbito de las redes de
comunicación[6].
Tomemos
la definición de Miles y Huberman (1994: 134): “un mapa cognitivo muestra la
representación que una persona tiene de los conceptos relacionados con un
determinado campo, mostrando la relación entre ellos”. Como vemos estos autores
añaden un nuevo término (mapa cognitivo) a la lista y por si no teníamos
suficientes podemos acudir a Richards y Richards (1994), que resuelven el
problema mediante una proclamación de identidad terminológica (p. 458): “Diagramas
de conceptos, grafos conceptuales, redes semánticas y redes
conceptuales son (aproximadamente) diferentes nombres dados a la misma
idea, la de representar información de carácter conceptual de forma gráfica”.
Intentando trascender la confusión
terminológica existente definiremos una red cognitiva como una
estructura de nodos y lazos útil para representar un conocimiento. Los nodos
representan conceptos, atributos, estados o acontecimientos; y los lazos
representan las relaciones existentes entre los nodos. Estas relaciones pueden
ser de carácter lógico (causalidad, identidad), representar el papel semántico
que juegan unos nodos en relación a los otros (cercanía, propietario, amigo) o
simplemente representar una pertenencia tipológica, en cuyo caso el resultado
suele denominarse jerarquía de tipos o taxonómica.
En la actualidad pueden distinguirse como
mínimo dos formas completamente diferentes en cuanto a su utilización. Por una
parte el uso que de ellos hacen autores del campo de la ciencia cognitiva como
forma de notación[7]. El
propósito es la búsqueda de rigor formal a la vez que flexibilidad en el
momento de representar relaciones entre objetos y/o la construcción de un
lenguaje preciso, en algunas ocasiones como alternativa al lenguaje natural.
Por otra parte podemos encontrar el uso que se hace en investigaciones de
carácter -principalmente- cualitativo en diferentes campos de las ciencias
sociales como forma de incrementar la capacidad analítica del investigador, de
manera que puedan visualizarse las relaciones existentes entre los conceptos
manejados. En estos casos los grafos, en muchas ocasiones organizados en forma
de árbol, aunque no únicamente, son utilizados por su fortaleza descriptiva, y
también para explorar las propiedades de carácter lógico (transitividad,
simetricidad) entre los conceptos que se manejan en la investigación. También
este último tipo de redes son utilizadas como base para un ulterior proceso de
generalización teórica o dimensionalización conceptual, en lo que se ha
denominado codificación de segundo orden (Prein et al., 1995).
No nos detendremos en la explicación de los
trabajos que realizan ni los primeros ni los segundos. Recordemos que nuestro
interés se centra en los/as autores/as que han utilizado instrumentos
inspirados en las redes sociales para el análisis de datos de carácter textual,
y éste no es el distintivo ni de unos ni de otros. Por lo tanto deberemos
abordar un tercer grupo de autores/as -escasos-, que inspirándose en la
tradición de las redes cognitivas, se han dedicado fundamentalmente al análisis
de textos aplicando elementos de la perspectiva de redes sociales.
Los trabajos de Kathleen Carley y sus
colaboradores encajan inicialmente en este tercer grupo de trabajos de
inspiración cognitiva. Carley está interesada en un análisis formalizado de
textos que permita “examinar procesos de decisión, modelos mentales, definiciones,
estructuras conceptuales y el papel del conocimiento social en ellos” (1993:
108)[8].
No obstante, a pesar de que los objetivos de Carley y sus colaboradores
entroncan con los análisis de carácter cognitivo, el hecho de que utilicen
conceptos provenientes del análisis de redes sociales como forma de preservar
la estructura semántica o sintáctica del texto los aleja del resto de autores
que hemos englobado en este epígrafe.
Así mismo, en sus últimos trabajos (Carley, 1997; Palmquist, Carley y
Dale, 1997) han reseñado la aplicación del conjunto de programas que han
diseñado (MECA) a propósitos diferentes[9].
Todo ello nos lleva a clasificar sus trabajos en el epígrafe 4, junto al network
analysis of evaluative texts.
En comparación con el trabajo de Carley, las
propuestas en el campo de las redes cognitivas por parte de Borgatti (1997), de
Van Meter y Turner (Van Meter y Turner, 1997; Van Meter, 1999) o de Lievrouw et
al. (1987) han tenido una menor
aplicación al análisis de datos textuales. Mientras que Borgatti (1997) se
centra casi exclusivamente en las técnicas de reducción de los grafos
(considera principalmente dos situaciones diferentes: el caso de nodos
estructuralmente equivalentes y el caso de nodos adyacentes), el procedimiento
que Van Meter y Turner (Van Meter y Turner, 1997; Van Meter, 1999) denominan cognitive
mapping tiene como objetivo principal detectar, a partir de los conceptos
principales utilizados dentro de un determinada disciplina académica,
diferentes grupos de investigadores, así como la propia evolución de la
disciplina (aquí, las redes se basan en la coocurrencia de palabras, aunque a
diferencia de otros/as autores que utilizan este método, las coocurrencias no
se contabilizan mediante la utilización de una “ventana corredera”, sino dentro
de un texto de carácter cerrado). Por otra parte, Lievrouw et al. (1987)
estudian la copresencia de palabras en un estudio sobre los términos usados
para indexar y evaluar las subvenciones del Instituto Nacional de la Salud
(NIH) en Estados Unidos. Su procedimiento tiene la virtud de preservar el
sentido de la información en el contexto en que ha sido producida, y aunque
este método no ha sido ideado para el análisis reticular, puede usarse con todo
para este objetivo (véase Carley, 1993).
Citamos
a continuación una serie de métodos y concepciones que superan de alguna manera
la palabra y/o lexema como unidad o referencia en su análisis del texto. La incidencia
del modelo relacional está presente, aunque sea incipiente, pero sin utilizar a
fondo la aproximación reticular que tratamos.
El
método de Harris (Maingueneau, 1997), trabaja sobre la base de términos
pivotantes de las proposiciones.
Las proposiciones pasas a ser así testigo-pilotos, resúmenes concentrados del
discurso textual. Cada elemento pivotante tiene un entorno de otros elementos
que configura su posición por las relaciones que con él mantienen. Las
diferentes posiciones de los términos pivotantes mantienen también relaciones
mutuas. Por tanto un texto discursivo pasa a ser una sucesión de posiciones
pivotantes y su análisis consiste en dar cuenta y en interpretar las
regularidades o pautas de las posiciones y relaciones de los términos pivotantes.
El
método del análisis automático del discurso de Pêcheux (1969) y sus
colaboradores, tiene una evidente connotación reticular. El trabajo sobre la
proposición sigue las orientaciones de la lógica normal considerando las
proposiciones principales, subordinadas y coordinadas en un orden clásico de la
principal en cabeza jerárquica y de las otras en su relación con ella. Al mismo
tiempo se realiza una descomposición de la frase en enunciados elementales que
dan cuenta: i) de la forma del enunciado centrada en los modos y tiempos de los
verbos y en la naturaleza de la frase pe. interrogativa o afirmativa, ii) del
sujeto del enunciado y de sus determinantes, iii) de los adverbios y locuciones
proposicionales o proposiciones y iv) de otros sujetos y objetos. En una
tercera fase se construyen los grafos,
uno por cada proposición. Además se establecen relaciones entre las
proposiciones dentro de las frases por los vínculos de subordinación y/o
coordinación entre ellas.
En
el análisis proposicional del discurso (APD) de Ghiglione y
Blanchet (1991) el texto discursivo está constituido por un conjunto de
proposiciones que son, además de una unidad sintagmática, una unidad de
contenido y de análisis. La proposición realiza una función de sentido asociando
un argumento a un predicado. Las funciones pueden ser de atribución de una
propiedad o acción a un objeto u otro sujeto, a una circunstancia, a otra
proposición antecedente o consecuente; las funciones pueden ser también
declarativas, modales, de creencia, etc. Bajo este método el discurso describe
el mundo por el conjunto de las proposiciones que vinculan los objetos entre
ellos o de sus propiedades atribuidas. .
Las redes semántico-proposicionales de
Maida y Shapiro (1982), representan el discurso (conocimiento) por nodos y
arcos dirigidos cumpliendo las siguientes condiciones: i) cada nodo representa
un concepto único y cada concepto está representado en la red por un único nodo
(se trata de un principio de unicidad); ii) los actos o acciones representan
relaciones binarias entre nodos; iii)
el campo cognitivo que abarca cada concepto se extiende a toda la estructura de
la red conectada a dicho nodo. Maida y Shapiro se preguntan sobre la relación
entre red semántica, estructura y forma del conocimiento. Su opción consiste en
que la red semántica modela la estructura de creencia de un pensamiento, un
razonamiento o el lenguaje usado por las personas.
La aproximación gramático-semántica de
Franzosi (1989) es una propuesta particularmente sencilla que se organiza en
torno a una estructura elemental de sujeto/ acción/ objeto (SAO) y sus
modificadores (por ejemplo, espacio o tiempo). Preserva la conexión entre los
elementos del lenguaje y en consecuencia conserva elevados grados de
información. Además se adapta bien a la narrativa y en particular a las
entrevistas biográficas. La gramática semántica pretende captar no solamente la
estructura semántica y sintáctica manifiestas del texto sino también, la
representación profunda que da la estructura del mismo, sea en la forma de las
cuestiones básicas Ws (who, what, when, where, why- how) o de las
relaciones causa-consecuencia. Para organizar los datos en vistas al análisis
utiliza la teoría de conjuntos: el producto cartesiano a partir de tres
conjuntos, Au de actores (sujetos u objetos), Ac de
acciones y M de modificadores. La gramática semántica puede expresarse así como
un conjunto de conjuntos y los elementos de dichos conjuntos que interaccionan
como un producto cartesiano.
Según la definición de Roberts (1997: 3), “en
el análisis reticular de textos [network text analysis] se examina la posición de temas y/u oraciones
en el seno de redes que interrelacionan temas [y/u oraciones]”. Con una definición tan escueta
prácticamente todas las técnicas que hemos venido repasando hasta el momento
encajarían en ella, pero los autores cuyos trabajos revisaremos bajo este
epígrafe van algo más allá de la utilización de una red como soporte -en el
sentido más material del término- para el análisis. Agrupamos aquellos/as
autores/as que, además de utilizar una estructura reticular como forma de
representación formalizada del texto, han desarrollado el uso
de vínculos con intensidad, signo, dirección y significado entre los nodos de
dicha red. Se trata así mismo, de autores/as que insisten en la importancia de
la codificación inicial de
los enunciados del texto, para después agregarlos en forma de red.
Evidentemente esta representación supone una reducción (teóricamente guiada)
del texto, puesto que recoge únicamente las relaciones que son de interés para
el analista.
Los procedimientos que encajan bajo esta
perspectiva son escasos: el map analysis de Kathleen Carley y sus
colaboradores, y el network analysis of evaluative texts elaborado
inicialmente por Van Cuilenburg y después continuado por otros colegas
holandeses En el repaso que Popping (2000) realiza de lo que denomina network
text analysis -cuya limitación explícita es que el análisis permita extraer
inferencias estadísticas[10]-
son también los dos únicos reseñados.
Uno de los principios fundamentos en que se basa
el análisis de Carley y sus colaboradores (Carley, 1993, 1997; Carley y
Palmquist, 1992; Palmquist, Carley y Dale, 1997) es que el lenguaje es un
elemento clave para la representación de modelos mentales (Carley y Palmquist,
1992: 602-3). Es por ello que la representación de estos modelos mentales la
obtiene mediante la transcripción de entrevistas. Carley engloba el
procedimiento por ella propuesto dentro de lo que denomina map analysis,
conjunto de técnicas de análisis textual en que se enfatiza “la construcción de
redes formadas por vínculos entre conceptos y no el cómputo” (1993: 78). Dentro
del map analysis la autora distingue los procedimientos de carácter
semántico (que son los que ella ha aplicado, encaminados a la obtención de
relaciones semánticas entre conceptos) y los de carácter más sintáctico,
encaminados a la obtención de relaciones basadas en el desarrollo del texto o
de los enunciados.
Este segundo procedimiento tiene como ventaja,
según la autora, que el conocimiento social necesario por parte del/de la
analista en el proceso de codificación no es tan voluminoso como el necesario
en el enfoque semántico. Según Carley (1993), en tal orientación, la
codificación pone énfasis en la secuencia de relaciones en la historia, en la
trama del texto que se analiza, en lugar de ponerlo en las relaciones entre
conceptos o definiciones. Ejemplos de los conceptos típicamente utilizados en
una codificación de carácter sintáctico serían: “actor-emisor”, “acción”,
“objeto”, “objeto-modificador” y “actor-receptor” (p. 108).
En la práctica, de todos modos, ni ella ni sus
colaboradores han llevado a cabo ninguna aplicación de carácter sintáctico,
aunque es cierto que sí se ha esforzado en desarrollar desde un punto de vista
teórico el map analysis, de modo que los indicadores ofrecidos cubran
todas las posibilidades de aplicación que ella misma menciona. Para empezar
(Carley, 1997: 83) distingue dentro de una red entre el ámbito local y
el extenso, siendo el primero el conjunto de términos vinculados directamente
con el concepto o conceptos en torno a los cuales se centra la investigación,
mientras que el segundo incorpora todas las relaciones indirectas que posee
dicho concepto. Igualmente la autora define todo un conjunto de medidas que
pretenden recoger la situación en el texto de los conceptos analizados, estas
medidas son reproducibilidad, evocabilidad,
densidad, conductividad e intensidad; que, respectivamente
-utilizando la definición aplicada al ámbito local-, corresponden al grado
nodal de salida, grado nodal de entrada, grado nodal total, capacidad de
intermediación y capacidad de presencia en las relaciones (1997: 85-6).
El objetivo del análisis reticular de
textos de evaluación (network analysis of evaluative texts) es la
construcción de redes basadas en los enunciados explícitos en un texto, de modo
que pueda llegarse a “la formulación de reglas de inferencia que revelan el
contenido implícito o latente” (Kleinnijenhuis, de Ridder y Rietberg, 1997:
191). Esta aproximación fue originariamente desarrollada por Van Cuilenburg,
Kleinnijenhuis y de Ridder (1988) como alternativa al análisis de contenidos
totalmente automatizado, de modo que el software constituyese únicamente
una ayuda en el análisis llevado a cabo por el/la analista.
El procedimiento propuesto por estos autores
consiste en codificar los enunciados que se desean analizar en forma de
relación valorada entre un sujeto y un objeto (puntuación entre -1 y 1). Pueden
establecerse hasta quince tipos diferentes de conexión, que en el programa
quedan simplificadas en cuatro tipos principales de vínculos: similitud,
causalidad, relación emocional y asociación, con
sus respectivas puntuaciones entre -1 y 1 (Popping, 2000: 102). Una vez
realizada esta codificación el programa con que trabajan (CETA) ofrece dos
tipos de información: “sobre los juicios de valor realizados en torno a los
objetos con significación en el texto [es decir, se excluyen artículos,
adverbios, etc.] y
sobre las relaciones de evaluación entre esos objetos” (Van Cuilenburg,
Kleinnijenhuis y de Ridder, 1988: 92). Las evaluaciones de carácter implícito
se obtienen mediante el análisis de los paths existentes entre objetos
en la red agregada.
En el artículo publicado por Van Cuilenburg,
Kleinnijenhuis y de Ridder en 1988 el procedimiento se aplica a un conjunto de
seis afirmaciones de carácter ficticio, aunque recogen el estado de opinión
existente en los medios de comunicación en relación al conflicto entre Irán y
los Estados Unidos tras la revolución de Jomeini. Mediante su análisis es
posible, por ejemplo, conocer que en el material analizado existe una valencia
(evaluación) positiva en la relación entre Iraq y el sha, a pesar de que esa
relación no sea explícita en ninguna de las frases analizadas.
En su trabajo publicado en 1997,
Kleinnijenhuis, de Ridder y Rietberg analizan las noticias de carácter
económico aparecidas en dos periódicos holandeses entre 1968 y 1984. En esta
ocasión se realiza un muestreo de enunciados. En la práctica su “texto” es la
representación de la realidad económica por parte de los dos periódicos
analizados; su red no representa un texto físico, sino el discurso que sobre un
determinado acontecimiento han producido unos determinados medios de
comunicación.
Al igual que los dos procedimientos expuestos
en el epígrafe 4, el análisis reticular del discurso (Lozares, 2000;
Lozares, Martí y Verd, 1997; Martí, 2000, Verd y Lozares, 2000) pretende
traducir a una red de relaciones un conjunto concreto de enunciados,
caracterizando diferentes tipos de relaciones y tomando el conjunto del texto
como unidad de análisis. Su planteamiento se aleja de los propósitos habituales
en el análisis de contenido -en el sentido de búsqueda específica de unos
determinados temas o contenidos- para acercarse a la concepción holista
habitual en el análisis del discurso -entendiendo discurso en su sentido
amplio, es decir, conjunto homogéneo de escritos, entrevistas o conversaciones.
De hecho el ARD surgió como un procedimiento aplicado al análisis de
entrevistas, uno de cuyos objetivos principales era el de no dejar de lado a
priori ni uno sólo de los enunciados en la entrevista. Con ello se pretende
minimizar las posibles pérdidas de información utilizando unidades de registro
mínimas, a la vez que maximizar las potencialidades de interpretación
reconstruyendo el texto en forma de red, de modo que recupere su carácter unitario.
El objetivo de todo el proceso de interpretación y codificación consiste en
llegar a establecer una distribución reticular del discurso para reconstruir y
analizar los procesos de acción, los intencionales y/o estratégicos, o la
identificación de las situaciones de interacción con sus secuencias en la
narración de los entrevistados. La red, así elaborada, nos proporciona una
estructura objetivada, explícita y formalizada de la entrevista, tanto de los
núcleos o unidades en su diversa naturaleza, como de las relaciones entre
ellos.
Con estas premisas generales el ARD que
proponemos toma diferentes caminos según los objetivos del análsis y las
preocupaciónes teóricas y metodológicas de los miembros del equipo. Señalamos a
continuación las distitintas concreciones a que han dado lugar estos
planteamientos comunes.
La
narración biográfica puede contemplarse como un conjunto de entornos o dominios
de interacción creados y comunicados por el mismo entrevistado quien va
generando en la interlocución diversas identidades del YO, del Nosotros, de los
Otros según el momento biográfico, como también de un conjunto de objetos y
entornos sociales. El narrador elabora así unos dominios y/o situaciones
constituidos por diversos sujetos sociales que interaccionan por la acción del
verbo-acción (que pasa a ser el contenido de la relación entre los sujetos) y
que se enmarcan en contextos espaciales, temporales, objetuales y relacionales,
en general, deícticos. Desde este punto de vista el relato biográfico puede
contemplarse como una sucesión y superposición de situaciones y/o dominios de
interacción. Aunque estos dominios, episodios o situaciones tienen un innegable
referente realista (relato de vida) no hay que olvidar que este tejido de
situaciones biográficas se produce y se crea in situ y en el momento de
la interlocución. Por tanto, el relato biográfico no es sólo una cierta
reproducción de las realidades pretéritas del entrevistado, tal y como se
pudieron objetivamente dar, sino que es también el resultado de la relación que
el entrevistado mantiene con el entrevistador en la situación de interlocución
entre ambos. Además, el entrevistado no se representa a sí mismo ni a los otros
como individuo(s) particular(es) sino como miembro(s) social(es):
perteneciente(s) a categorías sociales, grupos, organizaciones y, más en
general, a una sociedad y cultura. No sólo el entrevistado genera
agentes/actores sociales sino también contextos que, a su vez, son realidades
indexicales para la interpretación de
los dominios, de los actores, espacios, tiempos, objetos y relaciones.
Por tanto la narración biográfica es “actuante y actualizada”, es decir, es un
hecho pragmático; es un acto de habla en un doble sentido: i) primero, porque
es una acción conversacional en presente entre entrevistador y el entrevistado
y ii) segundo, porque el habla tiene en el mismo relato un valor accionarial
(notarial) con relación a los mismos hechos relatados manifestándose en las
expresiones verbales de cada proposición. Precisamente este segundo aspecto es
el que interesa resaltar en esta propuesta (para un mayor detalle véase
Lozares, 2000). Por el habla, en el relato de vida se hacen aserciones y
actividades, se establecen relaciones, se dan réplicas, se ordena, se manda, se
obedece, se nombran instituciones y agentes o actores que, a su vez, actúan, se
externalizan recursos, se procuran estrategias, etc.
Esta
propuesta se asienta sobre varios pilares: primero, en una visión
interaccionista (Schiffrin, 1994; Goffman,
1961; Gumperz, 1982a, 1982b; Peña-Martín, 1980); y enunciativa del
discurso (Bally, 1965; Benveniste, 1966; Coulioli, 1990); segundo, por una aproximación
pragmática (Austin, 1962; Searle, 1969, 1975; Moeschler, 1985); tercero,
por los métodos vinculados al análisis proposicional (Franzosi, 1994,
1989; Maida y Shapiro, 1982; Blanchet y Gotman, 1992; Ghiglione y Blanchet,
1991); cuarto por el modelo reticular de White (White, 1992, 1995;
Cicourel, 1987; Mische y White, 1998); y quinto, por el modelo genérico
(teoría, métodos y técnicas) de las redes sociales (Freeman, White y
Romney, 1989; Galaskiewicz y Wasserman, 1993; Wasserman y Faust, 1994; Wellman
y Berkowitz, 1988).
Es
mediante la argumentación que las personas, grupos e instituciones sociales
establecen explicaciones sobre su entorno, por lo que un aspecto fundamental en
análisis del discurso son los argumentos. Muy sintéticamente, podemos definir
un argumento como una relación que vincula un enunciado p (premisa) y un
enunciado q (conclusión). Desde la teoría de la argumentación en la
lengua (Anscombre y Ducrot, 1983, 1994), se considera que estos vínculos son
posibles porque en ellos se evocan unas reglas generales socialmente
compartidas: las relaciones tópicas o topoi (sing. topos). Así,
por ejemplo, el enunciado "encontré trabajo porque soy inteligente"
es un argumento plausible no por la presencia de la preposición
"porque", sino debido a la existencia de un topos socialmente
compartido, según el cual a más capacidades intelectuales, mayor éxito laboral.
Desde
este principio teórico, las relaciones tópicas pueden ser identificadas sucesivamente
en un texto (mediante la interpretación contextual del mismo), obteniéndose una
red o estructura que los hablantes utilizan como soporte cognitivo de una
enunciación particular. Se trata de una red que conserva la unidad global del
discurso sin fragmentarlo en categorías preestablecidas, y que registra los
vínculos (socio)cognitivos (en última instancia, ideológicos) que se establecen
entre distintas instancias sociales. La estructura reticular permite mostrar
como distintos conjuntos de relaciones tópicas se entrelazan y solapan,
reflejando las múltiples pertinencias sociales del discurso, y alejándose con
ello de la idea de unicidad del sujeto hablante.
El
método no conserva ni pretende conservar toda la riqueza discursiva, sino
únicamente estos vínculos argumentativos, que se registran en una matriz
relacional (relaciones dirigidas y valoradas según su frecuencia de aparición)
que posteriormente es tratada y representada mediante análisis de redes
sociales. El análisis es de especial utilidad en corpus textuales amplios, en
los que se pueden confrontar distintos pasajes de texto, distintos materiales
y/o distintos perfiles sociales.
Los
referentes teóricos de esta propuesta se encuentran en diversas tradiciones: la
teoría de la argumentación en la lengua y la pragmática integrada (Anscombre y
Ducrot, 1983, 1994; Moeschler 1985); la aproximación sociocognitiva al estudio
del discurso (Van Dijk, 1993, 1995, 1998); las teorías heteroglósicas y
polifónicas (Bajtin, 1981; Ducrot, 1986); el análisis crítico del discurso
(Fairclough, 1989, 1992; Fairclough y Wodak, 1997); y, evidentemente, la teoría
y análisis de grafos y de redes sociales. Un mayor desarrollo de esta propuesta
se encuentra en Martí (2000).
Partiendo del concepto de narrativa
entendido como secuencia ordenada (no necesariamente cronológica) de
acontecimientos que son agrupados formando una unidad, este procedimiento
pretende realizar un análisis formalizado que destaque las relaciones causales
entre los enunciados de los/as entrevistados. Aquí se apuntarán los objetivos y
fundamentos de la propuesta, para una explicación más extensa véase Verd y
Lozares (2000).
Uno
de los objetivos metodológicos fundamentales del análisis es el de realizar un
análisis que permita, mediante codificación, tratar con el máximo de rigor toda
la información proporcionada por el texto analizado, a la vez que permita
reproducir y contrastar el procedimiento seguido. Los humanos no somos buenos
procesadores de grandes cantidades de información, por ello se propone un
análisis que desglose al máximo la información, para después poder tratarla de
forma conjunta. En este sentido recoge las pretensiones del análisis de
contenidos clásico (Berelson, 1971; Weber, 1985), aunque el análisis
pormenorizado del texto también lo aproxima al análisis proposicional
(Ghiglione y Blanchet, 1991). Todo ello permite a la vez tener un mayor control
sobre cada una de las etapas del procedimiento aplicado. No obstante, la
inevitable segmentación que produce el análisis de contenidos es superada retomando
algunos elementos del análisis narrativo formal de Abell (1987) y de Heise
(1991), que reconstruyen en forma de estructuras narrativas unos determinados
acontecimientos narrados, aunque estos autores no utilizan una formalización
inspirada en el análisis de redes sociales.
El
procedimiento que se propone toma la forma de unas reglas de codificación que
no se pueden eludir. En cierto modo, se trata de un álgebra de pertinencias
lógicas que, a diferencia del álgebra matemática, es producida inductivamente
desde el propio sujeto y que, como tal, se mantiene abierta a la reformulación
y/o modificación. También debe señalarse que las relaciones obtenidas de esta
codificación inicial son de carácter intensional (véase Bennet, 1988; Maida y
Shapiro, 1982; Woods, 1991) por lo que las implicaciones causales representadas
son únicamente las correspondientes a la situación concreta vivida/reconstruida
por el/la narrador/a y sólo después de un proceso de simplificación y
abstracción pueden extrapolarse o compararse con otras situaciones. La matriz
de relaciones resultante permite obtener los acontecimientos (nodos) centrales
de la narración, los cuales son significativos tanto por ser elementos causados
como por ser elementos causantes.
La
codificación, así como todo el proceso posterior de reconstrucción del discurso
en forma reticular, tiene un marcado carácter interpretativo. En este sentido,
siguiendo las propuestas de Grice (1989), se rebasan los límites del contenido
informativo estrictamente proposicional, para introducir el contexto y el
co-texto en la representación y posterior análisis del discurso. Así mismo,
este proceso de simplificación y abstracción no puede eludir, a riesgo de
quebrar o incluso traicionar el propio discurso analizado, la estructura cognitiva
que subyace a cualquier acto de narración (Carley, 1993). De este modo se
aborda conjuntamente la dualidad de dimensiones (Flick, 1998) que tiene todo
discurso: se analiza como construcción individual y colectiva, sin renunciar a
realizar una interpretación en términos de registro (“factual”).
Como
se ha ido comprobando en los apartados anteriores, las aproximaciones al
análisis de textos inspiradas en la metodología del análisis de redes sociales
son numerosas y difíciles de abarcar en un somero repaso. No obstante, es
posible detectar unos intereses de fondo que dan coherencia a las diferentes
tendencias o grupos que permiten abordar un panorama tan diverso como el que
tratamos.
La
primera reflexión se refiere a los diferentes criterios utilizados. La
clasificación presentada nos ha parecido al mismo tiempo exhaustiva y
pertinente con respecto a los métodos precedentes descritos. En las diferentes
aproximaciones hemos guardado una cierta coherencia clasificatoria dada por la
aplicación de tres criterios, ya anunciados en la introducción, aunque el
riesgo de encabalgamiento sea difícilmente superable. Ello nos da, además de
una clasificación, una posible tipología de las aproximaciones que usan la idea
de red como línea metodológica y teórica de análisis. Los dos primeros criterios están más
vinculados al método y a consideraciones lingüísticas, sobre todo el primero, y
a la formalización del procedimiento, sobre todo el segundo. El tercero es más
funcional y de contenido más sociológico. Estos criterios son los siguientes:
1) El primero de los criterios o dimensiones, más
lingüístico, ha consistido en la extensión y amplitud con que se toman los
componentes lingüísticos del texto como unidades de análisis y/o referencia del
análisis-red (que va de los lexemas y/o
palabras como unidad elemental hasta
los párrafos o el texto en su totalidad pasando por la proposición o frase).
2) El segundo criterio o dimensión, que se
refiere más a la formalización, y en buena medida es paralelo al precedente
pero no confundible, se refiere a la complejidad de los vínculos que van de una
relación que se establece por cuasi afiliación y/o contingencia de los
elementos dentro de una unidad de referencia más amplia hasta los vínculos más
complejos que expresan intensidad, signo, dirección o significado. Dentro de
esta misma consideración pueden darse
procedimientos que, en términos de la teoría de redes, dan pie a
análisis “egocéntricos” hasta otros que pueden articular el conjunto de los
componentes del texto o de los diferentes subgrafos o sub-relaciones que se dan
en él. [11]
3) El tercero de los criterios o dimensiones, más sociológico, tiene que ver más
con los contenidos, temáticas o incluso con el objetivo, función o uso de
procedimientos.
También
hemos realizado, en algunos epígrafes y dentro de las clasificaciones
precedentes, alguna subclasificación de métodos, por ejemplo entre una
orientación más comunicativa o más cognitiva o entre temas o contenidos:
empresas, instituciones, etc.
La tercera reflexión se refiere a la
función que juega el texto como contexto. El modelo de análisis de textos que proponemos
presenta algunas otras bondades ligadas a la teoría de redes sociales. La
primera, la de poder contextualizar cada unidad o relación elemental de la red
con retículos más amplios en los que se inscribe y que la misma relación
elemental a contribuido a generar. El “diálogo” entre las unidades reticulares
más irreductibles y las más amplias es
“natural”. Como se sabe hay muchos indicadores conceptuales que dan cuenta de
las características globales de una red o de parte de ella. La segunda, es que
dentro de la teoría de redes sociales se pueden analizar conjuntos (subgrafos)
de nodos o relaciones, previa o posteriormente caracterizados. Es decir, se pueden estudiar composiciones o clases internas no
sólo provenientes de contagios o vínculos directos sino también de relaciones
indirectas y a distancia; es decir, se puede conseguir una especie de
descomposición del texto en composiciones más elementales que no son
confundibles con las unidades de partida ni con la totalidad del texto. Así se
puede pensar e interpretar el interior de un texto como formado de campos o
episodios discursivos que, a su vez, pueden entran en interacción entre sí. La
tercera es que, evidentemente, se puede continuar también realizándose todos
los análisis “egocentrados” que se deseen.
Estas
posibilidades de formalizar, de alguna manera, la interacción entre las partes
constituyentes del texto, la transferencia y la “co-donación” de sentidos, es
pues uno de los aspectos que nos parece más fecundos en la propuesta del uso del modelo de las Redes
Sociales en el tratamiento de textos.
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[1] Debe tenerse en cuenta, no obstante, que las perspectivas reticular y atributiva tienen aspectos complementarios. La reticular como primer nivel de aproximación a un determinado fenómeno, y la atributiva como tratamiento a un segundo nivel más abstracto, cuando las relaciones en el primer nivel han sido ya establecidas.
[2] En cada grupo empezamos con una breve referencia a estos antecedentes que, aunque no aplican el análisis de redes sociales a datos de carácter textual, ya avanzan aproximaciones de carácter relacionista.
[3] Esta es la razón por la cual Popping (2000) no considera el word-network analysis como un análisis reticular de textos, argumentando que tiene carácter temático, basado exclusivamente en la coocurrencia de términos. Por otra parte, Carley ha criticado este tipo de análisis (que denomina proximity analysis) por su incapacidad para recoger el diferente sentido que otorga a un enunciado la alteración del orden de sus términos (1993: 105).
[4] Nos referimos concretamente a los análisis lexicométricos (Maingueneau, 1997; Salem, 1986): 1) de los pioneros como Guiraud, Muller, Warner y Yule; 2) de segmentos gráficos de tipo estadístico, análisis de co-ocurrencias; y de segmentos repetidos como los del laboratorio de Lexicologie et textes politiques de la Ecole Normal de Saint-Cloud de los finales 60 y 70, dirigido por Wagner, Salem e integrado en 1977 en el Institut National de la Langue Française (InaLF), que trabajaron sobre textos de naturaleza socio-política; y 3) los análisis multivariados de textos basados en el análisis de correspondencias o en el Q-análisis, ambos de carácter estructural atributivo, como los de Lebart y Salem (1988), Conde (1991) o el análisis sociosemántico de Navarro y Diaz (1994).
[5] Típicamente los datos se organizan en una matriz de actores por palabras o conceptos, obteniéndose posteriormente una matriz cuadrada de actor por actor. El paso a un análisis basado en una matriz de palabras por palabras exige únicamente multiplicar de modo diferente la matriz inicial. Éste es, de hecho, el procedimiento que aplican Schnegg y Bernard (1996).
[6] Se trata de los autores que hemos revisado en el epígrafe 2.1.
[7] Según Sowa (1991) la utilización de grafos para la descripción del conocimiento se remonta al filósofo neoplatónico Porfirio, asentándose posteriormente con los trabajos de Peirce a finales del siglo XIX, y con los del psicólogo Selz a principios del XX. Collins y Quillian (1969) los introdujeron como una forma de representación jerárquica de conceptos, aunque su modelo fue muy criticado por su rigidez: en la práctica es difícil concebir que las asociaciones conceptuales se hagan jerárquicamente, ya que a algunos conceptos prototípicos como “gallina”, “tigre” o “agua” se asocian “granja”, “selva” o “sed” antes que a sus respectivas “familias biológicas” (Johnson-Laird, 1990: 311). El modelo revisado de Collins y Loftus (1975) propone una representación más flexible denominada propagación de la adaptación, en la que los conceptos no se relacionan jerárquicamente, sino de acuerdo con distancias semánticas (por ejemplo, el concepto “rojo” se puede relacionar con otras categorías de colores, pero también con otros conceptos como “fuego” o “pasión”).
[8] Los modelos mentales se entienden aquí como redes de conceptos, y no como son introducidos en ciencia cognitiva por Johnson-Laird (1983), definidos como representaciones analógicas de la realidad.
[9] De hecho, también ha ido reformulando parcialmente algunos fundamentos teóricos de su análisis, en consonancia con la expansión de sus campos de aplicación.
[10] No obstante, el map analysis de Carley no tiene este objetivo. Popping (2000: 30) ve posible la construcción de una matriz de casos (redes) por variables (nodos) en que los valores de las variables se obtienen mediante una ponderación de las relaciones existentes.
[11] Estos dos primeros criterios han sido la base de la clasificación fundamental de los epígrafes 2, 3, 4 y 5. Cada dimensión o criterio es más complejo y denso informativamente a medida que se avanza o pasa progresivamente de los epígrafes 2 al 5.