REDES-
Revista hispana para el análisis de redes sociales.
Vol.2,#5, mayo 2002.
http://revista-redes.rediris.es
Viajes comerciales de intercambio
en el departamento de Antofagasta de la Sierra, Puna meridional argentina:
pasado y presente.
Silvia P. García[1]*
Diana Rolandi*
Mariana López
Paula
Valeri
Instituto Nacional de
Antropología - Buenos Aires- Argentina
Los
viajes hacia valles interserranos a lomo de mula fueron una experiencia
compartida por todos en esta región de la puna argentina, hasta hace veinte
años. En este trabajo se relacionan los datos obtenidos a través de entrevistas
a informantes en el departamento de Antofagasta de la Sierra, con los surgidos
tras la consulta de las Actas del Registro Civil y se arriba a conclusiones
respecto de los vínculos de parentesco que unieron a quienes comerciaban e
intercambiaban mercaderías producidas en alturas diferentes. También se compara
la situación de entonces con la actualidad. En la capital del departamento los
viajes de intercambio han desaparecido casi en su totalidad, en cambio en otras
poblaciones del mismo departamento se han modificado incluyendo en ellos a las
mercaderías obtenidas por compra y utilizando la sal como principal elemento de
canje.
Nuestro trabajo quiere
describir la organización y finalidad del comercio realizado hasta hace pocos
años a lomo de animal, hoy en día restringido a los poblados más aislados, y su
relación con el establecimiento de vínculos sociales y de parentesco entre
poblaciones de altura de la Puna argentina y las de los valles interserranos.
Para ello nos valdremos
de los datos obtenidos principalmente en la Villa de Antofagasta de la Sierra y
en la aldea de El Peñón por medio de entrevistas informales a 30 pobladores en
viajes de campo realizados entre 1995 y 2001, y de la información lograda tras
la consulta de las Actas del Registro Civil a partir de 1902.
Antofagasta de la Sierra
es un departamento que se encuentra ubicado al norte de la provincia de
Catamarca, cuya capital es San Fernando del Valle de Catamarca distante 590 km.
de Antofagasta de la Sierra. El departamento limita al Norte y al Este con la
provincia de Salta y al Oeste con Chile.
Su ambiente es lo que se
denomina desierto de altura y está ubicado en el sector meridional de la puna
andina. La altura sobre el nivel del mar en la que se encuentra todo el
departamento oscila entre los 3200 y los 4400 metros. El clima es árido, con
precipitaciones de régimen estival, de diciembre- marzo, siendo los valores
promedio anuales inferiores a 100 mm. La temperatura media anual es de 9,5º C y
existe una gran amplitud térmica diurna y estacional.
Se pueden distinguir tres
sectores ambientales: 1) fondo de cuenca, entre 3400 y 3550 m. s. n. m., con
sectores de vega, tolar y campo. Es en este ámbito, que cuenta con agua
permanente, madera para leña y cubierta vegetal para pastoreo, donde se
concentra la mayor densidad de población; 2) sectores intermedios, entre 3550 y
3800 m. s. n. m., con una vegetación de tola y vegas, zona importante de
tierras aptas para la agricultura y el forraje; 3) alta puna, entre los 3800 y
los 4600 m. s. n. m. con escasa cobertura vegetal, y con pastura sólo para
camélidos: llama y vicuña.
El departamento tiene una
superficie de 28.098 km2 y está escasamente poblado: 923
personas (según el Censo Nacional de Población y Vivienda 1991 y cerca de 1400
según datos provisorios del Censo 2001), lo que significa una densidad de la
población de 0,03 habitantes por km2, siendo prácticamente mitad
varones y mitad mujeres. Las tierras del Departamento son fiscales. Por
ocupación de muchos años se han obtenido títulos y éstos o el derecho a
ocupación, se transmiten en herencia a los hijos.
Tradicionalmente los
pobladores de Antofagasta han sido criadores de ovejas y llamas y comerciantes
de burros, vacas, ovejas y coca. La caza de chinchillas y vicuñas fue muy
importante tanto en épocas prehispánicas como en épocas coloniales y durante el
s. XIX y principios del s. XX (ver Holmberg, entre otros). La caza desmedida
estuvo cerca de provocar la extinción de esta fauna. Desde hace unos cuantos
años la vicuña es una especie protegida y su caza y comercialización están
prohibidas. Por esta razón su importancia en la dieta o en la economía es
prácticamente nula. El pastoreo en cambio siguió y sigue siendo definitorio respecto
de muchos aspectos de la cultura.
Las mujeres se dedicaban
principalmente a la cría del ganado y a la artesanía del tejido mientras los
hombres eran los encargados de conseguir el dinero y los elementos necesarios
para la supervivencia, que no se podían obtener en esas alturas desiertas. Para
lograr esto, el trabajo en minas y canteras y la organización y realización de
viajes a zonas bajas más fértiles fueron sus actividades primordiales. Los
niños de ambos sexos ayudaban en sus primeros años en el cuidado del ganado,
pero al crecer las mujeres colaboraban más con sus madres y los varones
acompañaban a los hombres mayores en las caravanas y realizaban los escasos
trabajos de agricultura que se podían llevar a cabo a 3500 metros de altura.
Esta división sexual del
trabajo traía como natural consecuencia una mayor permanencia de las mujeres en
las zonas de Puna: ellas llevaban a cabo una cierta trashumancia estacional, de
acuerdo a las necesidades del ganado. Aunque hubo y hay hombres que cuidaban
ovejas y llamas y mujeres que hacían viajes, éstas son aún las dueñas del
ganado y quienes deciden acerca de su utilización. En Antofagasta, los bienes
paternos no se reparten por igual entre los hijos sobrevivientes. La mejor
parte de la vega, la vivienda y/o una parte mayor del rebaño es destinado al
“shulka” - hijo/a menor -, o el que hubiere cuidado a los padres en la vejez. Es
un indicador importante respecto de la mayor dedicación femenina al ganado el
que hay muchas más mujeres que hombres beneficiarias de esta diferencia. Las
hijas mujeres permanecieron más cerca del hogar paterno/materno porque se
dedicaban al pastoreo del ganado.
Los hombres, en cambio,
estaban gran parte del año ausentes, porque trabajaban por dinero en la minería
(o en otras actividades que los llevaran fuera del ámbito puneño) o porque
estaban realizando viajes para intercambiar lo producido en la zona.
Podemos hablar de dos
categorías de viajes: una se mantuvo vigente hasta las primeras décadas del
siglo XX, y la otra, continuó hasta hace pocos años desde Antofagasta y
continúa hoy desde El Peñón. A la primera corresponden los viajes que podríamos
llamar estrictamente comerciales. Sus destinos eran los vecinos países de
Bolivia y Chile y el objetivo fue llevar animales para vender y traer hoja de
coca o dinero. Estos eran viajes largos, de uno o dos meses de duración.
A Chile se llevó ganado
vacuno y lanar necesario, durante el siglo XIX, para alimentar a los habitantes
de los pueblos y centros mineros en pleno auge entonces. Comerciantes chilenos
venían a comprar ganado y contrataban arrieros para que los llevaran.
Los viajes a Bolivia
terminaban en la lejana feria de Huari donde se intercambiaban burros por
dinero: “plata blanca” o “boliviana”, o por coca. La coca se vendía en
Antofagasta. A veces esta coca boliviana llegaba a Antofagasta con los viajeros
que habían ido a Chile, pues era y es más fácil pasar la frontera con
contrabando desde Chile que desde Bolivia.
Ninguno de los actuales
pobladores que han sido nuestros informantes en este tema han realizado estas
travesías. Los adultos de hoy recuerdan lo que padres y abuelos les han
contado. En estos viajes no participó ninguna mujer.
“Mi viejo llegó a Huari con burros, 30 días de ida
y 30 días vuelta. Traían coca y plata blanca. Llevaban 30 ó 40 burros y volvían
con 10 ó 20. A veces llevaban 100 ó 200. También iban a Chile: Toconao, Calama,
Peine. 6 ó 7 días. Llevaban corderos y a veces vacunos que se compraban en
Villavil, Belén o Laguna Blanca” (A. F., 1996).
Estos viajes entonces,
realizados a los dos países con los que Antofagasta ha tenido mayor relación,
no comprometían la producción familiar, redituaban dinero y no alimentos, y
fueron importantes en tanto se explotaron los minerales en el norte de Chile y
en Bolivia, actividad para la cual fueron útiles los burros de carga.
La segunda categoría de viajes a
la que nos referimos arriba sí ha sido parte de la experiencia de la mayoría de
los actuales pobladores y son los realizados a los Valles Calchaquíes en la
provincia limítrofe de Salta y a los Valles Serranos de dos departamentos de la
provincia de Catamarca a la cual pertenece hoy Antofagasta: los de Tinogasta y
Belén.
La Villa de Antofagasta se
encuentra a 3500 m. de altura, la aldea de El Peñón a 3580 m. y tanto los
Valles Calchaquíes como las zonas de Belén y Tinogasta, a las que llegaban más
frecuentemente, se encuentran entre los 1400 y los 2200 metros. Desde El Peñón,
todavía hoy en día se realizan viajes a puestos y estancias ubicados a gran altura,
aunque solamente a aquellos donde no llega una ruta de vehículos.
Los hombres realizaban estos
viajes para intercambiar lo producido por la unidad doméstica durante algunos
meses, o durante el año - tarea que también realizaron algunas intrépidas mujeres
-, o como “fleteros” o peones de acopiadores locales que les pagaban poco más
que la comida. En estos casos las caravanas de burros eran más numerosas y
llevaban predominantemente lana y tejidos. Los antofagasteños no recuerdan haber realizado estas travesías
con llamas cargadas.
Los viajes se efectuaban
dos o tres veces al año y, según la estación, se prefería uno u otro destino.
Todos viajaban en
Cuaresma o Semana Santa hacia los valles Calchaquíes de Salta o a la zona de
Fiambalá (Tinogasta) para traer fruta y verdura frescas y pasas de uva o de
higo que fueron, junto con el fruto de la algarroba, la golosina de los niños
de Antofagasta.
Otra caravana se
organizaba después de la esquila o “cosecha” de lana en noviembre
preferentemente al Departamento de Belén, en el cual había más demanda de lana
y se pagaba a mejor precio.
Si era necesario y había
algo que vender o trocar se llevaba a cabo un nuevo viaje en pleno invierno.
Este era el peor, el más largo y sufrido. Se oyen aún casos de pobladores sorprendidos
por tormentas de viento blanco, muertes de hacienda y arrieros por las heladas
y amputaciones de miembros congelados:
“A V.F. se le heló toda la tropa en Aguas
Calientes... Esto es cerca de la Cordillera. Lo consideraron desaparecido, no
lo veían a V.F. Pero la mula nunca pierde el tino. Hay que darle rienda y ella
sigue por el camino. Al día siguiente llegó a Paicuqui. Se le helaron los
pies... Al otro día fueron a ver y toda la tropa estaba helada. Quedó la
“huesería”. (J.G., 1997).
La producción familiar
era lana, hilados, tejidos, sogas, hondas, peleros, pullos, chalona y charqui
(o sea, carne conservada en sal) de llama u oveja, cueros, hierbas medicinales[2],
alumbre[3],
“coipa”[4],
carne fresca y sal. Esta última se obtenía al atravesar algunas de las salinas
que se encuentran en el camino hacia cualquiera de los tres destinos
mencionados arriba.
Se intercambiaban estos
productos por frutas y verduras frescas o secas, harinas o granos de maíz y
trigo sin moler. Trocaban sus hierbas puneñas por las de los valles y trataban
de adquirir todo lo que no podían obtener en la altura.
El trueque se realizaba a
veces por medida: “almo por almo” (almud por almud): uno de sal por uno de
maíz, o bien costal por costal: se vaciaba uno de lana y se lo llenaba con maíz.
Según uno de nuestros informantes una maleta tejida o un pullo (manta tejida)
se cambiaba por lo que podían cargar dos animales de granos o harina criolla
(50 a 70 kg. cada animal). Algunas veces se pesaba la carne y se cambiaba por
la misma cantidad de kilos de grano o harina. Otras, se vendía algo y con ese
dinero se compraba otra cosa: alimentos, enseres, ropa. El trueque era lo que
primaba y hasta los animales de tiro y silla se conseguían así[5].
Los viajeros se dirigían
a lugares conocidos y trasmitidos de unos a otros. Se repiten los nombres de
dueños de almacenes o comerciantes que podían alojar a los caravaneros en sus
dependencias. A veces les cobraban el pastaje de los animales y otras no. Nunca
les cobraron por dormir en esas dependencias. Si alguna vez subían a
Antofagasta sus huéspedes los atendían también gratuitamente. En ocasiones al
bajar dejaban los productos y al subir se recogían las mercaderías trocadas.
Nadie viajaba sólo. Al menos dos adultos - muchas veces hermanos o padre e hijo
-, y a veces varios más, unían esfuerzos y producción familiar.
Los burros quedaban en
las afueras de los pueblos y los arrieros, salvo excepciones, no entraban a
ciudades importantes: trocaban o vendían antes de llegar a ellas. Fue en cierta
forma un comercio “privado”, nunca se establecieron en ferias o en plazas,
llevaban su carga a almacenes o casas conocidas y allí intercambiaban.
Además de la carga para
vender se llevaba lo necesario para comer esos días. Era comida sencilla: lo
requerido para hacer una sopa, algo de carne, té o café.
Los niños servían para “atajar”
a los burros que, en algunas bajadas, podían desbarrancarse. Por lo tanto,
ellos hacían buena parte del camino a pie. Algunos mayores hacían lo mismo (D.
R.,1996, E.C.,1997). En los destinos finales se comerciaba lo más rápido
posible y se volvía. No había tiempo para ocuparse en otra labor que no
estuviera vinculada al intercambio comercial ni se participaba en ningún tipo
de celebración.
En el caso de otras zonas altas
(como Perú) era común que los fleteros se emplearan en tareas diversas en los
valles más bajos, tanto alquilando sus llamas en tareas de los agricultores,
como trabajando ellos mismos en las cosechas. Solamente uno de nuestros
informantes trabajaba en los valles cuando necesitaba dinero para sobrevivir,
pero se trata de un poblador que se dedicó en forma exclusiva al comercio
ambulante (C.M., 1998).
En las cumbres de toda
ruta había una “apacheta” en la que todos sin excepción ofrecían algo a la
Pachamama: coca, alcohol, o una piedra, y pedían tener un buen viaje, llegar al
final de la travesía o, en las expresivas palabras de una informante: “que se
acorten los caminos” (E. C., 1996).
La información que hasta
aquí hemos volcado, ha sido obtenida en forma predominante a través de
entrevistas con los actuales pobladores.
Al cruzar estos datos con
los que hemos conocido consultando las Actas de Matrimonio, Nacimiento y
Defunción del Registro Civil desde 1902, y con la información recabada al
confeccionar árboles genealógicos, nos ha resultado muy interesante comprobar
la tan conocida hipótesis de una relación que excede lo meramente comercial
(Ver, entre otros, Inamura 1986, Flores Ochoa 1980 y Burchard 1980).
Los viajes de los que
hemos hablado y que insumían entre 4 y 5 días para bajar, 4 días para las
transacciones comerciales, y otros 4 ó 5 días para subir, requerían de paradas
en sitios donde hubiera agua para hombres y animales. Allí descansaban burros y
arrieros después de que los hombres aliviaban de sus cargas a las bestias.
“En las paradas conversábamos sobre otros viajeros,
de los vientos, la nieve... con quién había viajado el viaje anterior a
Angastaco, con quién se habían encontrado...” (J.M.D., 1996)
Estos sitios eran más o
menos los mismos para todos. En algunas vegas había habitantes con los cuales
tenían una relación en parte comercial, en parte familiar, según lo atestiguan
a veces nuestros informantes y a veces el Registro Civil.
Si tomamos como ejemplo
solamente las localidades que aparecen mencionadas en las Actas de Matrimonio
como lugar de nacimiento o domicilio de los contrayentes o sus padres, hay más
de 19 nombres que coinciden con sitios que eran destino final o paradas
intermedias de las caravanas. Veamos algunos casos:
En 1903 se casan, en
Antofagasta, Balvina Reales de El Peñón con Nicasio Ramos del mismo pueblo. La
contrayente es hija de Maclovia Reales, domiciliada en Carachi- Pampa. El Peñón
podía ser la primera jornada en el viaje a mula hacia el departamento de Belén,
y Carachi- Pampa la primera jornada tanto desde El Peñón como desde Antofagasta
para llegar al departamento de Tinogasta.
Isabel Quipildor, nacida
en Molinos, es la madre de Francisco Morales nacido en La Sala, Fiambalá, quien
en 1906 se casa en Antofagasta con Dominga Suárez nacida también en La Sala
pero domiciliada en la Villa de Antofagasta. Como sabemos, Molinos, en los
Valles Calchaquíes, fue destino de muchos viajes de los arrieros de Antofagasta
y La Sala es una pequeña localidad del norte del Departamento Tinogasta en la
que comerciaron muchos puneños.
Cuarenta o cincuenta años
más tarde, siguen apareciendo estos vínculos:
En 1947 Tadeo Guzmán de
Antofagasta de la Sierra se casa con María Muñoz nacida y domiciliada en
Saujil, uno de los destinos preferido en los viajes hacia Tinogasta.
En 1956
Alfonsa Chaile nacida en Luracatao, hija de Tránsito Chaile nacido en Compuel,
se casa con Atanasio Cerpa de Antofagasta de la Sierra. Luracatao hasta hoy en
día es un destino importante dentro de los Valles Calchaquíes (Salta) y Compuel
era la tercera o cuarta jornada en el camino a esos mismos valles. Por otro
lado, Chaile es el apellido de comerciantes que compraban o cambiaban a los
arrieros. (Ver Mapas al final del trabajo).
En los árboles
genealógicos, en los que hemos registrado cerca de 200 nombres, además de
comprobar el origen extra-puneño de parte de la población actual, volvemos a
encontrarnos tanto con antepasados como con descendientes nacidos dentro del
área de influencia de estos “caminos de herradura” (de cabalgaduras),
especialmente del que llevaba hacia Tinogasta: A. R. nació en La Mesada,
Tinogasta, de familia oriunda de El Peñón (Departamento Antofagasta) y allí
tuvo hijos. Subió más tarde a Carachi- Pampa y finalmente en 1952 se casó son S.M.
en Antofagasta de la Sierra, donde aún viven. El marido había nacido en La
Ciénaga, Tinogasta, y residía en la Villa de Antofagasta de donde era oriunda
la familia de su madre. Los hijos de la primera unión de A.R. viven en
Medanitos, los otros en Antofagasta y en Belén.
Y finalmente, los 30
informantes, a quienes entrevistamos respecto de este tema, lo confirman. El
límite entre “conocido”, “pariente” o “amigo” no es muy nítido. A veces, según
la información de Registro Civil nosotros sabemos que son parientes algunos que
no se consideran tales. Además, muchos de nuestros informantes dejaron de
viajar en la adolescencia, viajaban aún con adultos y no saben precisar el
grado de parentesco o amistad que los unía con los que comerciaban. Nuestra
hipótesis es que en algunos casos los parentescos remotos dejaron de
considerarse lazos de familia y se tuvieron por amigos o conocidos con quienes
se siguió comerciando. En otros casos la relación de amistad y comercio previa
favoreció la realización de un matrimonio que convirtió esa relación en
familiar, como en el caso de los Chaile.[6]
Autores que han trabajado
con sociedades de pastores en el Perú han subrayado la importancia que el
compadrazgo adquiría en estas transacciones (por ejemplo Flores Ochoa, 1977 y
Juvenal Casaverde, 1977). No es el caso de Antofagasta. Los implicados en el
trueque podían ser parientes consanguíneos o políticos, amigos o conocidos pero
nunca compadres. Los padrinos de los hijos se han buscado entre personas de
prestigio: maestros, médicos, la gente más rica del pueblo, “vallistos” o
habitantes de las ciudades como Salta o Catamarca, pero nunca fueron los mismos
con los que los antofagasteños comerciaban en forma habitual. Si los implicados
viven en el mismo pueblo la relación es de respeto, pero no hemos constatado
ningún intercambio especial de favores o de bienes.
A través de lo dicho por
los pobladores actuales y por lo consignado en las Actas de Matrimonio del
Registro Civil podemos vislumbrar una red de conocidos, amigos y parientes – nunca
compadres- que están ubicados en nudos claves de la red de trueque.
Tabla 1: Desde Antofagasta. Destinos, Paradas, Tiempo empleado, Productos
trocados, Relaciones sociales. en el pasado.
Destino
del viaje |
Paradas |
Duración
de las Jornadas |
Productos
que llevaban |
Productos
que traían |
Relaciones
Sociales |
Belén/ Corral Quemado |
1. El Jote 2. El Peñón/ Pasto Ventura 3. Laguna Colorada/ Pozuelos 4. Nacimientos de San Antonio 5. Corral Colorado 6. Villavil 7 Corral Quemado 8. San Fernando 9. Puerta San José de Belén. 10. Belén |
1. 12 horas 2. 7/8 horas 3. Extracción de sal 6. 6 horas 7 . 4 horas |
-lana de oveja y/o llama -cueros de oveja y cabra -tejidos:peleros, pullos, frazadas. -charqui /chalona |
-azúcar. -harina. -cereales (maíz/ trigo). -vino. -zapallo de angola. |
5. Alojamiento: Lauro Chaile 6. Alojamiento: Indalecio Pachado o Solano Pachado 7. Alojamiento: Aibar 9. Alojamiento: Cornelio Quipildor. 10. Se buscaba mercadería: en casa de Vélez o Rojas |
Palo Blanco/ Fiambalá |
1. Carachipampa 2. Agua el Médano u Ojo de las
Cortaderas 3. Chuquisaca Diligencias a: 4. La Mesada/ La Ciénaga/
Antinaco Palo Blanco por Agua Negra 5. Nacimientos / Medanitos 6. Fiambalá |
1. 8 horas 4. ½ día de camino |
-charqui de llama/cabra/ cabra, chalona -lana. -cueros de cabra. -tejidos: peleros, frazadas, medias |
-peras, higos,duraz- nos, manzanas, sandías, zapallo. -harina. -algarroba. |
3. Alojamiento: Adrián Chaile o Jesús Ramos 4. Alojamiento: Cornelio Reales o Francisco Carrizo |
A los Valles desde Nacimientos o Trapiche |
1. Cancha Argolla 2. Aguas Calientes o Río
Purulla 3. Patos 4. Barrancas 5. Amaicha por Tacuil |
6/7 horas |
-sal -tejidos. -coipa |
- trigo. -maíz. -fruta. -algarroba. |
3. Alojamiento: Venancio Ramos |
Molinos / Quebrada De Hualfín |
1. Pirica. 2. León Muerto (Cueva Negra, Blanca o Grande) 3. Atacamara/ Compuel 4. Hualfín/ Amaicha (por
Tacuil) 5. Molinos |
1. 8 horas 2. 12 horas. 3. 12 horas 4.10/15 horas |
- Sal (se buscaba en Laguna Diamante) o Salar del Hombre Muerto. -Tejidos/lana/sogas -rica-rica y otros yuyos. -carne/ coipa. |
-harina de trigo -maíz. -fruta -chucherías. -artículos comestibles. -algarroba. |
4. Alojamiento: Escalante o Liquín. 5. Alojamiento: Ernesto Díaz. |
A Pastos Grandes / San Antonio de los Cobres |
1. Trapiche 2. Horno de la Falda Ciénaga. 3. Tolar Grande. 4. Horno de Colorado 5. Pastos Grandes. 6. Abra El Gallo. 7. San Antonio de los Cobres. |
|
-dinero |
-mercadería |
5. Alojamiento: Santiago Delgado |
El presente del comercio
En 1978 se abrió la ruta para
vehículos que une esta parte del inmenso territorio puneño con la provincia a
la cual pertenece políticamente desde 1943. Poco a poco: primero con camiones y
camionetas, hace más de cinco años con un transporte colectivo que realiza el
viaje una vez por semana, y con una pista de aterrizaje para aviones –medio por
el cual se puede llegar a veces-, además de una antena repetidora de T. V. y
una radio de frecuencia modulada, el aislamiento de la Villa de Antofagasta de
la Sierra ha ido desapareciendo.
Esto naturalmente afectó
por un lado a los medios y los caminos usados para comerciar y por otro lado, a
las pautas de consumo, o sea, a qué se considera necesario.
Como la ruta para
vehículos une Antofagasta con Belén y su área de influencia, zona a la que
tradicionalmente se iba a lomo de mula a vender, estos vínculos se han
reforzado y varias familias que siguen teniendo casa y hacienda en la Villa
viven una parte del año en Belén y Catamarca o mandan a sus hijos a estudiar
allí.
Los destinos
tradicionales a Fiambalá en el departamento Tinogasta y a zonas intermedias
hacia los Valles Calchaquíes, también han dejado de frecuentarse desde la
Villa, aunque no desde otros poblados.
En cuanto al comercio en
sí podríamos decir que ya no es tan necesario bajar para conseguir alimentos,
enseres o ropa. En la Villa de Antofagasta hay varios almacenes que venden y
compran y también depósitos de camioneros que, desde Salta, Catamarca,
Tinogasta o Santa María llegan con los productos necesarios que, o bien se
pagan con tejidos, especialmente con una pieza para el apero de montar
denominada “pelero”, con lana o hilados, o con dinero. Este dinero hoy proviene
especialmente del empleo público que en Antofagasta se ha multiplicado desde el
advenimiento de los Gobiernos democráticos en 1983, y que son parte de las
transacciones de un clientelismo político particular. Considerados
objetivamente estos sueldos son de poco monto, pero percibidos en forma regular
les permite, quizás por primera vez, comprar a crédito.
En la Villa los
pobladores autóctonos trabajan en la Municipalidad, como enfermeros y personal
de limpieza en el Hospital, como cocineras y personal de limpieza del comedor
escolar, del comedor infantil y de la Hostería Municipal, como artesanas
(también en la Municipalidad), como agentes de la Policía de la Provincia, como
obreros o empleados de la Comisión de Riego y de la Empresa de Electricidad y
son obreros o empleados de las minas. Además hoy viven y gastan allí maestros,
profesores y directores de las dos escuelas, agentes de la Gendarmería que se
reemplazan cada 30 días, y también en forma temporaria, personal de todo tipo
de las canteras y la exploración y explotación de minas (hoy de nuevo en plena
actividad). Unos pocos argentinos y extranjeros han comenzado a llegar a la
zona en visitas de “turismo de aventura” pero aún es difícil saber en que
afectarían ellos a las pautas de consumo.
Los camiones traen fruta
y también yogures, quesos, latas de gaseosas, jugos o cerveza. En los últimos
años se han ido reemplazando las cocinas o “fuegueros” a leña por cocinas a
gas, y los “estrados” de adobe por camas. Las mujeres y hombres usan
blue-jeans, relojes, camperas de tela impermeable, zapatillas de marcas
conocidas, escuchan cassettes, ven videos y hacen deportes. Para adquirir estos
bienes, o bajan a las pequeñas ciudades en el transporte colectivo o compran a
los camioneros, para quienes subir colchones, camas, garrafas y equipos de
música es más sencillo.
A pesar de lo dicho el
trueque no ha desaparecido y, exceptuando lo que se compra a crédito en
Antofagasta, todo lo demás puede trocarse por lana o tejidos. A este cambio o
trueque de un producto por otro lo llaman “cambalachear” (“cambalacheo la
lana”). Además de los comerciantes más fuertes, llegan a Antofagasta y recorren
otros poblados y “puestos” del departamento, pequeños comerciantes emparentados
con los habitantes de la villa. Éstos, que no poseen vehículo propio, llegan en
camiones o en el transporte colectivo con su mercadería y a veces, en
bicicleta. Traen los más diversos productos pequeños y en poca escala: cremas,
peines, hilos de coser, juguetes, pañuelos, cinturones. Aceptan como pago lana,
hilo y peleros que comercian en los mismos destinos que los comerciantes
grandes pero no acceden a los comercios céntricos sino a los barrios
marginales. Podemos suponer que siempre vinieron, aunque los únicos que la
gente recuerda como pequeños comerciantes de antaño son los bolivianos que
vendían remedios naturales.
Todo lo descrito es
válido para los habitantes de la Villa de Antofagasta, que es la que más se ha beneficiado
de todas las localidades del mismo departamento con los caminos y los
transportes actuales. El resto continúa en un grado variable de aislamiento que
a veces es el mismo de principios del siglo XX. Este es el caso de poblaciones
como El Peñón, Nacimientos, Antofalla y Las Quinoas y de los pobladores
dispersos de los alrededores del Salar del Hombre Muerto. De estos últimos
tenemos el testimonio de una joven de 21 años, quien viajó desde Huaichar hasta
Luracatao en los Valles Calchaquíes Salteños hasta 1991. Desde allí llevaban
sal, carne fresca y seca, hierbas medicinales, sogas y hondas hechas con lana y
peleros. Para preparar la sal trabajaba toda la familia en el salar dos días.
Sacaban la sal en panes grandes, y luego de limpiarla la cargaban en los
burros. Un cambio posible era tres panes de sal por una carga de uva. Otras
veces subían los “salineros” y a ellos se les trocaba tres peleros por un
burro.
En lo que respecta a El
Peñón, lejos están los viajes a lomo de mula de haber desaparecido. En esta
población, ubicada a unos 80 kilómetros al sur de la Villa de Antofagasta,
hemos podido constatar –a través de las entrevistas a sus pobladores en los
años 2000 y 2001– que el comercio de una amplia variedad de comestibles, entre
los cuales es de gran importancia la sal, se hace mediante animales de carga.
La imposibilidad de los camiones, debido a la ausencia de caminos, de llegar a
zonas alejadas y aisladas de la puna ha permitido que el tipo de comercio
tradicional perdure hasta nuestros días.
La preparación del viaje
a lomo de mula no es para inexpertos, en general se trata de personas que saben
del oficio porque sus padres les han enseñado desde chicos.
“Uno ya está acostumbrado a viajar desde chico, de
el tiempo que yo viajé con mi papá” (D. S. 2000).
Por eso, a quien sabe
cómo iniciarlo y se encuentra desocupado estacionalmente, se le presenta como
una muy buena posibilidad laboral.
“Yo no tengo trabajo, no tengo nada y yo me tengo
que buscar la vida a lomo de animal, a lomo de burro para dar de comer a mis
hijos” (D. S. 2000).
Contrastando con la
importancia que la lana y los tejidos tuvieron en otros tiempos, hoy la
mercancía más importante para iniciar un viaje de intercambio es la sal. La
lana de oveja e incluso la de llama se han depreciado notablemente. Solamente
después de hilada y tejida adquiere algo de valor. Aún así, hoy y desde El
Peñón no pueden competir con el hilado y tejido de otras zonas. La sal, en
cambio, sigue siendo un vital elemento y una mercadería rendidora. Los viajes
así se inician con un bien que se obtiene gratuitamente. Lo único que se
invierte para obtener la sal es el trabajo de no más de 2 días para cargar un
promedio de 15 burros. Cada burro puede trasladar 50 kilogramos de sal en una
bolsa, por lo tanto estos viajeros comienzan su viaje con un cargamento de
entre 500 a 750 kilogramos de este elemento.
“...nada más (que sal). Lana no porque la lana no
la compran, no vale. No vale el tejido, no vale la lana. (Ni) las ovejas... y
no las puedo vender así que... antes no, antes valía todo, así que uno sacaba
un poco ‘i lana y ya compraba las cosas” (D. S. 2000).
La sal
es extraída del cercano salar de Pairique. Los arrieros que la extraen la
colocan sobre el monte para exprimir un
poco el agua, y luego sobre una grama (una vega con gramilla) para que termine
de secarse. En un día pueden conseguir y secar hasta 15 bolsas. Después la llevan en grano y la ponen en
bolsas de papas.
Al bajar, se cambia
medida de volumen por medida de volumen, en general por uva o pasas de uva. En
caso de “apreciarse” o sea en caso de ponerle un precio nominal al kg. de sal,
este es de 50 centavos.
Cada bolsa puede ser
cambiada por una cría de llama macho o hembra. También cambalachean – kilo a
kilo - la sal por maíz, papa o cebolla, en la época en que hay esos cultivos.
La sal es usada para
hacer el pan en las panaderías y para el consumo diario de las personas – que
la consideran, a veces, menos “picante” que la comprada. A los animales
(ovejas, vacas, caballos) se les da “porque es un remedio para darles a ellos.”
Algunos dicen que además, sirve para salar las aceitunas o hacer charqui. Otros
la revenden.
La sal de Pairique llega
a distintos puntos geográficos. Es llevada por el este hasta lugares de la
provincia de Salta, hacia el sudoeste a Medanitos y Antinaco, a Belén en el sur
y a la Ciénaga. Es cambiada por manzanas, pasas de higo y de uva, zapallo
angola, maíz y otros, se dice que debe ser “apreciada por ambas partes”, o sea,
comprador y vendedor deben acordar su valor en relación a los otros productos.
Las uvas y pasas de uva
al llegar a la puna se vuelven a trocar por otros productos por ejemplo carne
fresca, animales vivos (llamas, ovejas o cabras) o lana. Aunque habitualmente
la hacienda que los pobladores llevan a El Peñón se compra con dinero, pueden
conseguirse también por trueque en buenas condiciones para los viajeros puesto
que las frutas en la altura se han valorizado y ya se “aprecian” a 1,50. La
carne que no se consume es entregada junto con la lana a una tejedora a cambio
de piezas ya tejidas que inician otros circuitos de intercambio a través de los
camiones o de los acopiadores de tejido.
También se “trajina”
ropa, remedios, yuyos y “chucherías” para cambiar por papa, maíz, frutas,
frutas secas, quesos.
En la gran mayoría de los
casos – en lugares como Pampa Llana, Río Grande, Cardones, Laguna Blanca, La
Ciénaga, Antinaco - los viajeros se alojan en la casa de algún amigo o conocido
que les brinda cama sin cobrarles la estadía. Siempre debe ser un lugar con
agua y pasto para los animales por el cual a veces, pagan. En otras ocasiones
pasan la noche a campo abierto o resguardados en una pirca[7].
Sólo en Ojo de las Cortaderas y Manantiales parecen pagar por un alojamiento
nocturno y uno de nuestros informantes tiene “un rancho” en el salar de
Pairique, en el cual él y algún hijo que lo acompañe, pueden dormir.
Los
viajeros están protegidos. En los caminos que recorren hay apachetas donde
acostumbran hacer ofrendas a la Pacha. Allí dejan coca, alcohol, cigarrillos y
harina cocida que llevan preparada. Durante la “corpachada” se le pide a la
Pachamama[8]
que el viaje sea bueno y que de “tiempo” para hacer las diligencias porque hay
que volver rápido y algunos meses, sobre todo agosto, son bravos. Una apacheta
importante y concurrida por los comerciantes es la de Abra del Bayo, situada en
el camino hacia Laguna Blanca, detrás de un cerro.
“Yo siempre le pido así (a la Pacha)... que me
ayude, que ande bien, que haga buen negocio para lo qui llevo” (F. Q. 2001).
La frecuencia de los
viajes es muy variable. De los consultados por nosotros, el de más edad (mayor
de 60) sólo viaja una vez al año y hacia Fiambalá. Los jóvenes lo hacen más
seguido (dos o tres veces) y uno de ellos todos los meses emprende la travesía
pero solamente a los lugares más cercanos: Laguna Blanca y los puestos y
estancias ubicados hacia la provincia de Salta son sus destinos.
Como vimos, la sociedad
de consumo que se impone a través de los medios masivos a una sociedad en
extremo austera como fue la puneña, y la posibilidad de trasladarse y trasladar
productos a través de un camino para vehículos, no han logrado eliminar en
forma definitiva al trueque como forma de intercambio. Las transformaciones,
entre las cuales no es la menor la de poder conseguir dinero sin salir de las
poblaciones a las que llegan camiones gracias a la ruta, han afectado en primer
término a la capital del departamento.
En el caso analizado de
El Peñón, aunque es obvio que estos viajes siguen estrechando vínculos antiguos
y anudando nuevos, su incidencia en las relaciones de parentesco, todavía nos
resulta incierta por carecer de suficientes datos.
Tabla 2 : Viajes desde El Peñón en la actualidad
Paradas |
Duración de las Jornadas |
Productos que llevan |
Productos que traen |
Lugar donde se duermen |
1. Pairique 2. La Cieneguita 3. Aparoma 4. Leislé 5. Pampa Llana 6. Río Grande 7. Cardones |
1. 1 día más 3 o 4 días en el lugar. 2. 8 horas 3. 8 horas 4. 6 horas 5. 8 horas 6. 1 día 7. 1 día, se queda 3 o 4 días |
-Sal -Pasas de higo y de uva traídas de Fiambalá. -Ropa -Rica rica -18 a 20 animales |
-Llamito -Maíz -papa -Cebolla |
1. Alojamiento 2. En el campo, en una pirca. 3. Pirquita. 4. Campo 5. Casa de un amigo 6. Casa de un amigo 7. Casa de un amigo |
1. Pairiqui 2. Ojo de las cortaderas 3. La Mesada 4. Antinaco/ Palo Blanco/
Medanitos |
1. Se queda 2 días 3. 1 día 5. 2 días |
-Sal -20 o 15 animalitos |
-Pelones -Orejones -Zapallo angola -Queso -Nuez -Manzanas -Pasas de higo y de uva |
2. Alojamiento, vega y pasto para los animales |
1. Cavi 2. Laguna Blanca 3. Aparoma |
|
-Pasas de uva |
-Llamas |
2. Casa de los Escalante sólo conocidos, no parientes |
1. Cavi 2. Corral Blanco 3. Laguna Blanca 4. Aguas Calientes |
1. 13 horas/ 20 Km 2. 1 día 3. Se queda 10/ 12 días |
-Ropa -Remedios (geniol) -Animales muertos (pocos) |
-Hilos y Lanas -Yuyos - Hacienda (ovejas y llamas) |
3. Casas de conocidos sin pagar 4. Es un puesto |
1.Pairique 2. Manantiales 3. Ojo de las Cortaderas 4. Ciénaga 5. El Peñón |
1. Se queda 3 o 4 días. 2. 10/12 horas 3. 10/12 horas 4. 10/12 horas Se queda 2 o 3 días 5. 3 o 4 días |
-Sal -Yuyos: copa, espinillo, pupusa, boldo -Charqui y chalona (a veces) |
-Pasas -Uvas -Zapallos angola -Yuyos “de abajo” |
2. Peña o alojamiento 3. Al campo 4. Casa de algún conocido o amigo |
1. Pairique 2. Agua de Médano 3. Quebrada de Chuquisaca 4. El Delgadito 5. La Ciénaga 6. Antinaco |
1.½ hora paró 2 días 2. 13 horas 4. 8 horas 5. 5 horas 6. 4 horas |
-Sal -Yuyos: copa, espinillo, pupusa, boldo -Charqui y chalona (a veces) |
-Pasas -Uvas -Zapallos angola -Yuyos “de abajo” |
4. Casa de Pedro Reales, delegado municipalidad de la
Ciénaga. No pagó. 5. Casa de Don Sixto González 6. Casa de Jesús Salgado, un amigo. |
1. Cavi 2. Peñas Blancas 3. Laguna blanca |
|
-Ropa -“Chucherías” -Remedios |
-Hacienda chica: ovejas, cabras y llamas. |
|
Quisiéramos finalmente
sintetizar lo que hasta ahora, a través de la información recogida en
Antofagasta de la Sierra y de la consulta de las Actas del Registro Civil y
Parroquial, podemos afirmar.
La actual población de la
Villa parece conformar un gran árbol genealógico. Todos sus integrantes están
emparentados entre sí. Al consultar el Registro Civil vemos que los extraños al
grupo y relacionados a ellos por lazos de matrimonio, provienen de localidades
vinculadas a los caminos de herraduras por los cuales los antofagasteños
comerciaban. Los destinos de estos viajes han ido cambiando desde fines del s.
XIX y hasta el final del s. XX. Los viajes a Chile y a Bolivia han desaparecido
y consecuentemente, los parentescos que en el s. XIX parecen haber sido muy
estrechos. Durante el siglo XX los viajes fueron acentuando su carácter
familiar y los destinos fueron los valles fértiles de la República Argentina. A
estos valles y a las localidades intermedias nos remiten los lugares de
nacimiento de los que no eran oriundos de los caseríos y pueblos del
Departamento Antofagasta.
En cuanto al presente,
los viajes han mermado considerablemente y, como dijimos antes, no es necesario
viajar para obtener lo que no se produce en la puna. Simplemente hay que
esperar que vengan los camiones y, por dinero o por productos, adquirir lo que
se desea.
De todas maneras y desde
los pueblos menos comunicados se siguen organizando viajes a veces, bastante
riesgosos, como es el que lleva hacia Fiambalá. En el caso que hemos
considerado, creemos que estos viajes de intercambio siguen siendo redituables
gracias a la disponibilidad de sal gratuita. En otros casos, residir cerca del
camino vehicular se convierte en la ventaja de los que inician el viaje de
intercambio. Pueden, por esta razón, acceder a mercaderías que venderán en los
puestos y estancias alejados de tales caminos.
Como en
otros países de América, castigados por los avatares de una economía monetaria
incontrolable para la población, la persistencia del trueque –e incluso su
reciente instalación como mecanismo de
intercambio en zonas donde hasta hace poco no existía- permite un
espacio de cierta seguridad para obtener al menos lo necesario para subsistir.
El hecho
de ser un comercio que depende fuertemente de las relaciones personales
-amigos, parientes, conocidos- le añade un “valor agregado” que puede permitir
enriquecer una caracterización social y cultural. Dicho con otras palabras el
estudio de las relaciones parentales, de amistad y comerciales y sus redes a
través de las unidades familiares y en los viajes, aportan datos indispensables
para la descripción y análisis de la estructura social de un ámbito bastante
extenso de América del Sur: el altiplano andino.
Agradecimientos:
A los pobladores de
Antofagasta de la Sierra y de El Peñón.
Brackenbush, Luis 1990.
(1883) Por los caminos del Norte.
Universidad Nacional de Jujuy. San Salvador de Jujuy.
Browman, David. (1994)
“Información y manejo de riesgo de los fleteros de llamas en los Andes centro
Sur” en Zooarqueología de camélidos,
1,1, pp.23-42.
Burchard, Roderick
(1980). “Exogamia como estrategia de acceso a recursos interzonales: un caso en
los Andes centrales del Perú” en
Parentesco y matrimonio en los Andes. Mayer, E. y Bolton, R. (ed.), pp.
593-617.
Cipolletti, María
Susana.(1984) “Llamas y mulas, trueque y venta: el testimonio de un arriero
puneño” en Revista Andina. Centro de
Estudios Rurales Andinos “Bartolomé de Las Casas”, Cusco, Perú. Año 2, n°2.
Flores Ochoa, J. y Yemira
D. Najar Vizcarra. (1980) “Un aspecto del parentesco de los Pastores de la puna
alta” en Parentesco y matrimonio en los Andes. Mayer, E. y Bolton, R. ed.,
pp. 481-492, Pontificia Universidad Católica, del Perú.
Flores Ochoa, Jorge
(1977). “Pastoreo, tejido e intercambio” en: Pastores de Puna, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, pp.
133-154.
García, Silvia y Diana
Rolandi (1999) “Viajes comerciales, intercambio y relaciones sociales en la
población de Antofagasta de la Sierra, puna meridional argentina” en Propuestas para una antropología argentina,
V, Bs. As.
Holmberg, Eduardo (1900) Viaje por la Gobernación de los Andes.
Buenos Aires, Imprenta de “La Nación”.
Inamura, Tetsuya (1986)
“Relaciones estructurales entre pastores y agricultores de un distrito
altoandino en el sur del Perú” en Etnografía
e Historia del mundo andino. Shozo Masuda, (ed.) Universidad de Tokio.
Juvenal Casaverde, R.
(1977) “El trueque en la economía pastoril” en Pastores de Puna, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, pp.
171-192.
Reichert, Fritz (1907) Los yacimientos de boratos y otros productos
minerales explotables del Territorio de Los Andes (Puna de Atacama.) Buenos
Aires, Anales del Ministerio de Agricultura, Talleres de Publicaciones de la
Oficina Meteorológica Argentina, t. II, n°2.
ANEXO: Mapas
[2] Cipolletti consigna formas de trueque
de las hierbas medicinales en el caso de la puna jujeña (1984:516-17)
[3]El alumbre se usó desde antiguo como
mordiente para teñir la lana. Se comerció, al
menos desde el s. XIX a Belén, Tinogasta y Valles Calchaquíes.
(Reichert,1907:80-81).
[4] La “coipa” es un carbonato de soda.
Compuesto de carbonatos neutros y cloruro y sulfato de sodio ( ver Reichert,
op. cit.:64). Se usó y se usa para lavar y para cocinar; por ejemplo, para
hacer mazamorra (postre de maíz partido).
[5] D. Browman considera que, en los
Andes, las tasas de intercambio estables (volumen igual por volumen igual o
peso igual por peso igual) que pueden comprobarse desde el siglo XVI, son uno
de los mecanismos para lograr el equilibrio en las transacciones.
(Browman,1994:27 y ss).
[6]Aunque sería tema para otro trabajo quisiéramos
consignar que en nuestra zona las uniones transitorias y los hijos productos de
ellas, fueron aceptadas socialmente al menos desde mitad del siglo XIX. Las
Actas de Nacimiento y las bautismales a partir de 1849 registran siempre un
altísimo porcentaje de hijos naturales y, por lo tanto, un igualmente alto
grado de transmisión del apellido materno. De todas maneras, los descendientes
saben quiénes y de donde fueron sus progenitores varones. También en estos
casos esta información nos remite a los valles de Tinogasta en primer lugar, de Belén y a los Calchaquíes de Salta
en menor medida.
[7] Pared rústica hecha por lo general de
piedras.
[8] “Corpachar”: ofrendar a la
“Pachamama”, la madre tierra.