Estrategias de movilidad social: el desarrollo de redes para el progreso personal

Silvia Domínguez, Universidad de Boston (EUA)[1]

ABSTRACT

In this article, I examine the social networks of low-income Latin-American immigrant women living in public housing in the city of Boston, using a conceptual framework that differentiates social networks that offer support from those that yield leverage. This ethnographic analysis of participant observation and longitudinal ethnographic interviews carried over 4 years pays particular attention to how respondents generate social capital to obtain resources for social mobility. While heterogeneity in social networks emerged as the most significant factor in social mobility, findings suggest that leverage ties work more effectively to create opportunities when they act as bridges connecting the women to networks in higher levels of the social structure, and when the women have support towards advancement within their strong ties.  Conversely, patriarchal family dynamics were the most significant factors preventing the formation and operation of mobility networks and leaving the women stagnated in survival.  At a more general level, the longitudinal ethnographic nature of this study sheds light on the conditions affecting the mobility prospects of women who are members of the largest minority group in the United States but of whom little is known.

KEY WORDS: Social mobility, poverty, immigrant women, social networks, social support, social leverage.

RESUMEN

En este artículo examino las redes sociales de mujeres inmigrantes latinoamericanas de bajos ingresos residentes en barrios con concentración de viviendas de protección oficial en la ciudad de Boston, utilizando un marco conceptual que diferencia las redes sociales que proporcionan apoyo de aquellas que facilitan el progreso personal. El análisis etnográfico -con observación participante y entrevistas longitudinales, que se llevaron a cabo durante 4 años-, presta especial atención a cómo generan las encuestadas el capital social con el que obtener recursos para la movilidad social. Mientras que la heterogeneidad en las redes sociales mostró ser el factor más significativo en la movilidad social, los resultados sugieren que los lazos que hacen “de palanca” funcionan más efectivamente en la creación de oportunidades cuando actúan como puentes que conectan a las mujeres con redes en niveles más altos de la estructura social, y cuando las mujeres disponen de apoyo para el progreso personal entre sus lazos fuertes. Al contrario, las dinámicas propias de la familia patriarcal fueron el factor más significativo en la evitación de la formación y el funcionamiento de redes de movilidad, dejando a las mujeres estancadas en su lucha por la supervivencia. A un nivel más general, la naturaleza longitudinal de este estudio etnográfico arroja luz sobre las condiciones que afectan a las perspectivas de movilidad de las mujeres del grupo minoritario más amplio de los Estados Unidos, del que se sabe poco.

PALABRAS CLAVE: Movilidad social, pobreza, mujeres inmigrantes, redes sociales, apoyo social, ascenso social.

Introducción

Aunque las familias más aventajadas económicamente son capaces de acceder a recursos y oportunidades a través del mercado y de sus lazos sociales, muchos estudiosos se han preguntado por las estrategias de consecución de recursos de las familias pobres que residen en comunidades de baja renta. La idea es que la movilidad social supone un reto para la gente que vive segregada en áreas de alta pobreza. Estos grupos tienden a estar socialmente aislados, careciendo de redes sociales con lazos que hagan de puente con individuos e instituciones de la mayoría social.

Las madres de bajos ingresos que residen en zonas urbanas desfavorecidas tienen con frecuencia redes sociales localizadas, aisladas y, a veces, agotadoras (Snack, 1974; Fischer, 1982; Oliver, 1988; Wellman & Potter, 1999). Se pone de manifiesto que, puesto que la familia y los amigos que conforman estas redes sociales es probable que también estén en situación de desventaja, hay pocas oportunidades para el tipo de interacción social beneficiosa que puede facilitar la movilidad social ascendente. Algunos investigadores van más allá, cuestionando el propio carácter beneficioso de las redes densamente tejidas que generalmente se asocian con las mujeres de bajos ingresos; preguntándose incluso si estas relaciones son de ayuda para las mujeres cuando crean oportunidades y flujos de recursos para la supervivencia diaria. Como Granovetter (1982, pág. 116) explica, “la fuerte concentración de energía social en los lazos fuertes tiene el efecto de fragmentar las comunidades en redes encapsuladas con pobres conexiones entre sí. Este puede ser uno más de los factores que hace que la pobreza se auto-perpetúe”.

Sin embargo, esa concepción de las mujeres de bajos ingresos como personas aisladas socialmente, con pocas conexiones con aquellos recursos que pueden facilitar la movilidad y la supervivencia, puede que sea demasiado prematura. Tanto Mary Pattillo-McCoy (1999) como John Jackson (2001) han encontrado que entre los afro-americanos tienen lugar interacciones significativas entre clases sociales, que pueden actuar como amortiguadores entre las áreas de clase media y las de alta pobreza. Los negros de clase media mantienen relaciones con negros más pobres a través de los lazos familiares, los barrios y la afiliación a una iglesia. Min Zhou (2000) también encontró interacciones entre clases sociales entre inmigrantes coreanos en Los Ángeles: al asistir a actividades extra-académicas en una zona urbana desfavorecida, los coreanos de clase media residentes en los suburbios entraban en contacto con los jóvenes de bajos ingresos que vivían allí. Sin embargo, no encontró lo mismo en un barrio de inmigrantes mexicanos, donde aquellos mexicanos que trabajaban en servicios sociales se auto-aislaban de los mexicanos recién llegados, poniendo en práctica dinámicas paternalistas. Los resultados de Zhou nos dejan con la pregunta de si también entre los inmigrantes latinoamericanos existen evidencias de redes contrarias al aislamiento social.

Como un número creciente de latinoamericanos se unen a los afro-americanos en zonas desfavorecidas, muchos temen que un bajo nivel educativo junto a habilidades poco vendibles dé lugar a condiciones que agoten los recursos de las redes y aumenten el aislamiento social (Portes & Zhou, 1993; Clark, 2001). Podemos preguntarnos si las condiciones económicas que esquilmaron las oportunidades económicas y las opciones vitales de muchos afro-americanos en las zonas urbanas desfavorecidas serán del mismo modo un obstáculo para los latinoamericanos de emigración reciente. Teniendo en cuenta la literatura sobre el tema, poca heterogeneidad cabría esperar en las redes sociales de las mujeres latinoamericanas residentes en barrios con concentración de viviendas de protección oficial. Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo y fui capaz de identificar aquellas relaciones que iban y venían y aquellas que permanecían, me sorprendí al encontrar que el hecho de prosperar era algo más comprometido que llevar a cabo un mero recuento del tipo de lazos. En este artículo intento explicar que las mismas condiciones sociales y económicas pueden dar origen a diferentes composiciones de redes y diferentes experiencias de movilidad. Atendiendo a las experiencias de las mujeres estudiadas, muestro cómo la gente y las circunstancias convergen para influir en las diferentes trayectorias personales. Mientras que la heterogeneidad en las redes sociales emerge como el factor más significativo en la movilidad social, los hallazgos sugieren que los lazos que permiten el ascenso social funcionan más efectivamente para generar oportunidades cuando actúan como puentes que conectan a las mujeres con redes de niveles más altos de la estructura social, y cuando las mujeres tienen el apoyo para el ascenso entre sus lazos fuertes. Al contrario, las dinámicas propias de la familia patriarcal fueron los factores más significativos que evitaron la formación y la operación de las redes de movilidad, y que dejaron a las mujeres estancadas en la lucha por la supervivencia. Aunque estos resultados son consistentes con la literatura, la etnografía longitudinal nos permite ver los procesos que hay detrás de estos resultados.

El rol del capital social en la movilidad

Bourdieu (1985) amplió el concepto de “capital”, hasta entonces sólo relacionado con la economía, para incluir -junto a los económicos- los recursos sociales, culturales y simbólicos[2] . Desde entonces, el capital social ha ganado en popularidad como un término analítico que se utiliza para comprender el proceso de estratificación en los niveles individual y agregado. En su nivel agregado, el capital social se ha utilizado para estudiar la organización social de los barrios (Sampson, Raudenbush & Earls, 1997), así como el desempeño cívico y económico regional (Putnam, 1993, 2000). En este artículo, se utiliza el capital social en el nivel individual, centrándose directamente en cómo los lazos sociales vinculados con redes y/o asociaciones actúan como fuentes de apoyo social y adquisición de estatus (Briggs, 1998). Este nivel de capital social se ajusta fielmente a la definición de Portes como “capacidad de los actores para asegurarse beneficios por virtud de su pertenencia a redes sociales o a otras estructuras sociales” (1998, pág. 3).

Las redes sociales pueden variar en tamaño, ubicación geográfica y ubicación en la estructura social. Además, las redes sociales difieren en aquello que producen. Las redes sociales amplias, dispersas y heterogéneas (interclasistas) aumentan la oportunidad de promoción personal (Burt, 1987; Wellman & Guile, 1999). Las redes pequeñas y homogéneas pueden ayudar a conservar los recursos existentes, y proporcionan apoyo social, especialmente en comunidades pequeñas y aisladas (Snack, 1974; Wellman & Potter, 1999). Las redes densas pueden jugar un papel positivo, ya que es frecuente que permitan a los individuos acceder a las oportunidades disponibles en comunidades fuertemente entrelazadas, con conexiones con los mercados de trabajo (Waters, 1994; Newman, 1999). Realmente, en las comunidades firmemente entrelazadas, la “fuerza de los lazos débiles” puede manifestarse en el desarrollo de una “confianza obligada” entre sus miembros y en un comportamiento orientado hacia dentro del grupo, en la forma de “solidaridad limitada” (Lin, Entel & Vaughn, 1981; Portes, 1995)[3] . Aunque estos aspectos de la vida comunitaria se asocian las más de las veces con la visión del capital social como una fuente de control social (Portes, 1998), este nivel de confianza y apoyo es también un componente importante de las estrategias que las familias desarrollan para sobrevivir y para progresar.

Sin embargo, como puede ser el caso en muchos barrios pobres, los lazos densos también pueden ser agotadores emocional o financieramente (Stack, 1974; Fischer, 1982; Oliver, 1988; Menjívar, 2000). Como Fernández-Kelly (1995) observa en su análisis de aquellos adolescentes que tienen hijos, las redes densas y truncadas de muchas familias afro-americanas de zonas desfavorecidas reducen el acceso a la información y las opciones disponibles en el mundo exterior, al mismo tiempo que apoyan estilos culturales alternativos que pueden hacer el acceso al empleo predominante más difícil. En estas situaciones, la “solidaridad limitada” actúa como una presión niveladora mientras que la “confianza obligada” puede suponer restricciones en la libertad individual e impedir el acceso a contactos con el exterior (Portes & Sensenbrenner, 1993).

Las redes densas y truncadas pueden tener efectos negativos similares en los enclaves inmigrantes económicamente desfavorecidos. En dichas áreas, los individuos tienden a identificarse con las dinámicas de las minorías marginales que restringen sus perspectivas de movilidad social por medio de la devaluación de la educación y su implicación en comportamientos de riesgo (Gans, 1992; Portes & Zhou, 1993; Bourgois, 1995). Menjívar (2000) encontró en su investigación de inmigrantes salvadoreños en San Francisco que en un contexto de escasez de empleo, muchos hombres salvadoreños conformaban redes que facilitaban el intercambio de información y de recursos. Sin embargo, debido a la homogeneidad socioeconómica de sus redes, circulaba el mismo tipo de información y de recursos. La falta de diversidad socioeconómica limitaba sus oportunidades para el progreso. Como Waldinger & Der-Martirosan (2001, pág. 244) ponen de manifiesto, “prosperar parece conllevar el desarrollo de lazos con contactos no redundantes”.

Briggs (1998) describe dos tipos de lazos que ayudan a comprender los procesos de consecución de recursos de las madres latinoamericanas: el apoyo social y la promoción social. Los vínculos que proporcionan apoyo social ayudan a los individuos a “arreglárselas” o afrontar las demandas de la vida cotidiana y otras formas de estrés. El apoyo social se asocia con mayor frecuencia con los lazos “fuertes”, que tienden a estar compuestos por parientes, vecinos y amigos íntimos. Estos lazos generalmente proporcionan a los individuos apoyo emocional y expresivo, así como ciertas formas de ayuda instrumental -tales como llevar a alguien en coche, hacer pequeños préstamos de emergencia, y facilitar un lugar en el que quedarse en caso de necesidad (Briggs, 1998).

El foco de este artículo es describir las redes que constan de lazos que hacen de palanca para que los individuos prosperen o cambien su estructura de oportunidades. Los lazos que hacen de palanca pueden cultivar las aspiraciones a la movilidad social fomentando el acceso a la educación, el entrenamiento y el empleo. La literatura sobre redes sociales pone de manifiesto que los lazos que hacen de palanca son con frecuencia lazos “débiles”, que pueden definirse como influencias externas a la familia inmediata y los amigos íntimos (Granovetter, 1973; Boissevain, 1974; Campbell, Marsden & Hulbert, 1986). Pero como Briggs (2002) señala, el aprovechamiento social se deriva de los “puentes”, lazos fuertes o débiles que atraviesan raza, grupo étnico y/o clase social. Los puentes ofrecen un mayor acceso a diversos tipos de recursos porque cada persona opera en diferentes redes sociales con un diferente grado de acceso a los recursos (Granovetter, 1995). De acuerdo con Briggs (2002), hay tres condiciones que contribuyen al desarrollo de puentes: la oportunidad de contacto, la búsqueda activa de acuerdo con rasgos compartidos (la endogamia), y la presión para asociarse por parte del propio grupo o del exo-grupo. La solidaridad limitada y la confianza obligada son ejemplos de presiones endo- y exo-grupales que pueden afectar negativamente al desarrollo de puentes. Como Briggs explica además, la segregación económica y racial limita la oportunidad para el contacto, fortaleciendo de ese modo las fronteras del grupo y las diferencias entre grupos, y aumentando la preferencia por la endogamia.

La capacidad para utilizar los lazos sociales para obtener apoyo social o hacer de palanca dependerá de la capacidad de gestionar relaciones de las mujeres en la muestra. Estos lazos se complican con la lucha por los recursos y las dinámicas interpersonales. Por ejemplo, el capital incrustado en los lazos sociales está en la confianza que se desarrolla a través de intercambios recíprocos. El trabajo de Margaret Nelson sobre mujeres solteras de bajos ingresos en una comunidad rural sugiere que la reciprocidad en el nivel individual cambia con la situación percibida por el donante de ayuda (Nelson, 2000). En las relaciones con otras personas en unas circunstancias de vida similares -y en una similar situación de necesidad-, las mujeres mantienen unas normas de devolución relativamente estrictas. Esta “reciprocidad equilibrada”, por la que se devuelven bienes y servicios en un marco temporal relativamente corto, está fuertemente asentada en un alto nivel de confianza, y de certidumbre de que aquellos que viven en circunstancias similares entenderán -y serán comprensivos con- las necesidades cotidianas. También hay fuertes normas que están en contra del hecho de obtener repetidamente más de lo que uno aporta; de no ser consciente de la variada disponibilidad con la que una familia puede ayudar; y de aprovecharse de crisis momentáneas en beneficio propio. La limitación de recursos puede hacer que algunas expectativas de reciprocidad no se vean cubiertas (Hogan, Eggebeen & Clogg, 1993). Al mismo tiempo, la reciprocidad no cubierta puede aumentar la tensión y conducir potencialmente a la disolución de las relaciones (Belle, 1983; Roschelle, 1997; Menjívar, 1997, 2000).

El equilibrio entre el apoyo social y el aprovechamiento social puede determinar si las mujeres inmigrantes latinoamericanas están luchando por la supervivencia o persiguiendo activamente metas con las que abandonar la pobreza. El equilibrio puede depender de la naturaleza y la estructura de sus relaciones sociales, es decir, de si son heterogéneas y geográficamente dispersas o localizadas y homogéneas. También dependerá de las formas en las que las mujeres gestionan las relaciones para obtener recursos y de la voluntad de los lazos para establecer un puente. Las redes en las que las mujeres inmigrantes latinoamericanas están inmersas podrían potencialmente conformar la manera en la que experimentan la pobreza y la consecución de movilidad. A quién conocen y cómo se relacionan con otras personas puede influir en sus trayectorias y oportunidades personales. Así, la descripción de las dinámicas de las redes sociales de las participantes -basando el análisis en la discusión de Briggs (1998) sobre capital social-, proporcionó una visión valiosa de sus comportamientos y estrategias para reunir recursos con los que conseguir sus metas y prosperar en la vida. A continuación tratamos el contexto, los métodos y la descripción de la muestra en el estudio.

Contexto y métodos

Los datos etnográficos de este análisis se derivan de los recogidos para el Estudio de las Políticas de Bienestar Social, la Niñez y las Familias en Tres Ciudades. El estudio Tres Ciudades examina temas tales como el trabajo, el bienestar, la familia, el dinero, las relaciones íntimas y las redes sociales en las vidas de familias de bajos ingresos que viven en Boston, Chicago y San Antonio, a través de encuestas longitudinales, estudios evolutivos y estudios etnográficos comparativos. Como etnógrafa en Boston, realicé observación participante y entrevistas etnográficas longitudinales desde 1999 a 2003 con mujeres inmigrantes latinoamericanas residentes en viviendas de protección oficial en dos barrios diferentes de la ciudad de Boston. Las experiencias de estas mujeres sirven de base para el presente análisis. Las participantes fueron reclutadas a través de organizaciones de servicios sociales del barrio, y en encuentros aleatorios en zonas públicas. Las entrevistas se realizaron mensualmente, generalmente en el hogar de la encuestada o en un lugar de su preferencia. Las entrevistas se llevaron a cabo en el idioma en el que las encuestadas afirmaron sentirse más cómodas –inglés, español o “Spanglish”- y después fueron traducidas al inglés como parte de la recolección de datos. También acompañé a las mujeres en sus actividades diarias, tales como acudir a las agencias prestadoras de servicios y otras organizaciones burocráticas, y asistí a las celebraciones familiares.

Este enfoque tiene tres puntos fuertes fundamentales desde el punto de vista metodológico. Primero, puesto que los datos fueron recogidos como parte de un estudio longitudinal, observo las experiencias de las encuestadas como procesos a través de los cuales desarrollan y utilizan las relaciones. Segundo, los datos etnográficos, recogidos a través de observación participante y entrevistas semi-estructuradas en profundidad, tienen un nivel de riqueza y complejidad que nos permite explicar tanto los comentarios realizados por nuestras encuestadas como sus patrones conductuales. Recoger datos de esta forma nos permite capturar no sólo lo que nuestras encuestadas dicen sino también lo que hacen. Tercero, al observar mujeres inmigrantes latinoamericanas residentes en dos barrios diferentes puedo evaluar similitudes y diferencias en cómo las mujeres experimentan la pobreza y el progreso personal. Esta muestra de mujeres latinoamericanas residentes en zonas urbanas desfavorecidas -una población poco estudiada-, nos proporciona un motivo para pensar que quizá mucho de lo que sabemos sobre la pobreza en Estados Unidos no necesariamente se aplica a esta población, cada vez más numerosa.

Además de tratar los debates actuales en la investigación sobre pobreza, este estudio cualitativo hace una contribución teórica a la teoría del capital social, la teoría de redes, y los debates sobre la incorporación de inmigrantes. La meta es sumarse a las teorías existentes y reconstruirlas atendiendo a las formas en las que mujeres latinoamericanas de bajos ingresos crean y gestionan las relaciones sociales para acceder a los recursos que permiten la supervivencia y la movilidad (Burawoy, 1991). Este esfuerzo se apoya en una metodología que mira a sucesos y patrones a lo largo del tiempo. Fue precisamente a través del trabajo de campo longitudinal etnográfico como me di cuenta de que la forma en la que estas mujeres reúnen recursos, así como los factores que tienen en cuenta al trazar sus estrategias, no son explorados de forma adecuada en la literatura sobre capital social.

Características de la muestra

La muestra estuvo formada por 19 mujeres inmigrantes latinoamericanas residentes en viviendas de protección oficial en dos barrios diferentes de la ciudad de Boston, con diversos tipos también de relaciones raciales. Aunque los efectos del vecindario están fuera del alcance de este artículo, es importante poner de manifiesto que las mujeres del Sur de Boston vivían en un barrio con una larga historia de antagonismo étnico y racial, que se convirtió en violencia cuando los tribunales de justicia ordenaron la integración de las escuelas en los ’70 y la vivienda pública al final de los ’80. Hoy en día las minorías del Sur de Boston están segregadas y se aglutinan en viviendas públicas rodeadas por una población americana de ascendencia Irlandesa. Por otro lado, la muestra de mujeres del Este de Boston reside en un barrio históricamente reconocido por la recepción de inmigrantes. El Este de Boston está experimentando actualmente un cambio demográfico, por el que los inmigrantes latinoamericanos están desplazando a los italo-americanos que llegaron en la anterior oleada migratoria. Las mujeres de la muestra residen en un área de vivienda pública que está rodeada por un enclave de inmigrantes latinoamericanos.

Las mujeres de la muestra pertenecen a la población minoritaria más numerosa en los Estados Unidos y, aunque comparten muchas de las características sociales y económicas de los afro-americanos en los que se basa la mayor parte de la literatura sobre pobreza urbana, poco se conoce sobre ellas[4]. Todas las encuestadas en este estudio viven en situación de pobreza, con una edad que oscila entre los 20 y los 41 años (siendo 28 la media de edad). Diez de las diecinueve mujeres son inmigrantes de primera generación, y las otras nueve de segunda generación[5] . Las características de las entrevistadas están resumidas en la Tabla I.

Tabla I. Características de la muestra

 

Primera generación

Segunda generación

Sur de Boston

Marcela, 24 de Puerto Rico

Josefa, 36 de Honduras

Rita, 36 de Puerto Rico

Maria, 38 de Puerto Rico

Lisa, 41 de Nicaragua

Martina, 36 de la República Dominicana

Camila, 18 de la República Dominicana

Paula, 25 de Puerto Rico

Eliana, 22 de la República Dominicana

Nina, 26 de la República Dominicana

Este de Boston

Yolanda, 26 de Puerto Rico

Lorena, 36 de Puerto Rico

Gloria, 24 de la República Dominicana

Eva, 24 de El Salvador

Marta, 20 de Puerto Rico

Jenny, 26 de la República Dominicana

Julia, 20 de El Salvador

Solana, 25 de El Salvador

Mireya 26 de Puerto Rico

Se han cambiado todos los nombres. La edad y el salario corresponden al momento en que fueron reclutadas para el estudio. Se incluyeron portorriqueños en la muestra de inmigrantes de primera y segunda generación dadas las similitudes con el resto de la muestra latinoamericana. Comparten el idioma español y la necesidad de aprender inglés. Además, experimentan un proceso de aculturación en un contexto de desventaja.

El artículo sigue con un examen de los aspectos más significativos de las redes sociales en términos de movilidad y heterogeneidad. Luego pasamos al papel que juegan en el ascenso laboral los vínculos de apoyo social, así como la disponibilidad de contactos que hagan de puente. A continuación examinamos qué procesos impiden la formación (y la puesta en funcionamiento) de las redes de movilidad, atendiendo principalmente a dinámicas relacionadas con el género. La investigación etnográfica trata los temas más significativos presentes en la movilidad social de las mujeres inmigrantes latinoamericanas, del modo que se describe en el siguiente gráfico.

Heterogeneidad y movilidad social

En The Truly Disadvantaged, Wilson (1987) señala que los pobres de áreas urbanas tienden a estar socialmente aislados de los individuos que pertenecen a los grupos dominantes, que podrían proporcionarle información sobre empleos, e influencia para obtenerlos. Desde entonces, los académicos han puesto más énfasis en el papel de la heterogeneidad de la red en los resultados de empleo (Granovetter, 1995; Stoloff, Glanville & Bienenstock, 1999). La mayor parte de la investigación se ha centrado en mostrar lo limitadas que son las redes de las personas con bajos ingresos en lo que hace referencia a las aspiraciones de ascenso social. Aunque hay algunas excepciones. Ooka y Wellman (2001) encontraron que la utilización de lazos inter-étnicos puede ser un recurso beneficioso para aquellas personas cuyo grupo étnico se concentra en los trabajos peor pagados, puesto que dichos contactos tienden a mejorar sus opciones en la búsqueda de información y en la obtención de empleo. Otros investigadores han mostrado que las oportunidades disponibles a través de lazos inter-étnicos dependen en gran medida del nicho de empleo ofrecido (Waldinger & Der-Martirosan, 2001). Un caso pertinente es el de la ciudad de Boston, donde los latinoamericanos están en gran medida empleados como conserjes en diferentes instituciones. Este tipo de empleos no ofrece oportunidades para la promoción, y los trabajadores son fácilmente reemplazados por otros latinoamericanos que acuden al empleo a través de redes del propio grupo étnico. El escaso dominio del inglés importa en la medida en que el nicho étnico del trabajo como conserje se alimenta de aquellos trabajadores que no pueden optar a mejores empleos debido a su incapacidad para hablar inglés. Por otro lado, como Josefa comprobó, también entre la fuerza de trabajo peor pagada (como es el caso de la Conserjería) hay gente con contactos a mejores empleos. Josefa tenía poco dominio del inglés y estaba trabajando en un modesto hotel sin Seguridad Social cuando encontró su trabajo actual a través un lazo débil –un compañero de trabajo[6] .

Estaba este chico Bosnio… él me dijo que soy joven y que puedo hablar mejor inglés y que debería irme de este trabajo sin futuro y que debería ir al [Hotel] donde estaban contratando gente. Este trabajo me está dando muchas oportunidades. Tengo que hablar inglés… También entro en contacto con muchísima gente… Hay tantas cosas que hacer aquí… Así que aquí estoy, desenvolviéndome[7] .

Este compañero se convirtió en un puente, conectando a Josefa con un tipo diferente de empleo, que le abrió varias oportunidades. Por primera vez, tenía acceso a un seguro médico privado, vacaciones pagadas y horas extras pagadas. A través de un programa de crédito del sindicato, relacionado con su empleo, Josefa ha podido disponer de una línea de crédito, y ahora tiene su propia cuenta bancaria y tarjetas de crédito. Estas prestaciones están disponibles desde que existe sindicato en el lugar de trabajo de Josefa. Además, el nuevo empleo de Josefa le está ayudando a mejorar su inglés, y la pone en contacto con un grupo de gente muy diverso, a los que encuentra en un barrio de moda, muy activo. Estas prestaciones vinieron como resultado de un vínculo que comparte con Josefa el estatus de inmigrante, pero que pertenecía a otro grupo étnico y que tenía acceso a la información que conduce a trabajos con protección sindical, y mejor pagados. Esta pequeña, aunque significativa, variación en términos de heterogeneidad en el caso de Josefa estaba disponible en su lugar de trabajo. Como es el caso entre varias mujeres de la muestra, Josefa demuestra la importancia de la ubicación y el tipo de empleo en el acceso a vínculos diferentes y a oportunidades de mejora.

Heterogeneidad y puentes en el empleo

Como en el caso de Josefa, la localización y el tipo de empleo pueden proporcionar a las mujeres de bajos ingresos “la mera oportunidad de contacto” que Briggs (2002, pág. 40) considera uno de los factores clave en la formación de lazos desemejantes o puentes. El tipo de trabajo también representa el potencial de promoción y ascenso en la jerarquía de algunos trabajos, frente al callejón sin salida que suponen otros. El tipo de empleo que Josefa pudo conseguir no sólo fue positivo en términos de prestaciones sociales y seguridad en el empleo, sino que también le proporcionó una inmersión en el idioma inglés, lo que da cuenta de la forma en la que el acceso a lazos heterogéneos se combina con la escala laboral y los niveles individuales de agencia para hacer de palanca social.

Cuando Camila empezó a participar en el estudio, estaba trabajando –a tiempo completo- de camarera en una conocida cadena de restaurantes especializada en sándwiches y café. Situado en el distrito médico de Boston, el empleo de Camila le permitió relacionarse con profesionales que servían de modelos de rol informal, una oportunidad que Camila apreciaba ya que vivía en una zona segregada, de bajos ingresos. Había pocas posibilidades de promoción en ese empleo, así que Camila aprovechó la ayuda de un amigo para obtener un puesto en un banco ubicado en un barrio multicultural de clase media. El nuevo empleo ofrecía posibilidades de mejora y la oportunidad para relacionarse con una clientela profesional, junto a un grupo de compañeros de trabajo racial y socio-económicamente heterogéneo. No le llevó mucho a Camila fijarse en los puestos superiores del banco, reconociendo que conectarse con compañeros bien ubicados era clave:

Sé exactamente lo que tengo que hacer para subir hasta el puesto de directora de sección… Primero eres cajero, después trabajas en atención al cliente, sabes… el que tiene su propio despacho… después puedes ascender a ayudante de la dirección, el director, y finalmente director de sección… Mi directora ya me ha dicho que en seis meses estaré preparada para ascender a atención al cliente… Siempre soy la primera en terminar, siempre estoy disponible… y les gusto a los clientes… Voy al almuerzo todos los días [algunas veces con la ayudante de dirección]… esa es la manera en la que me he hecho amiga de la ayudante de dirección.

Esta oportunidad les ha abierto más puertas a Camila y su hija. Varios meses después, y tras un par de decepciones por no ser ascendida, consiguió la promoción a Atención al Cliente, junto con un aumento de sueldo. Además, se mudó de una vivienda de protección oficial a un barrio en gentrificación[8]  de Boston. Como explicaba animadamente, “ahora tengo mi propio despacho: uno muy guay. El lugar es muy bonito, mi escritorio enorme. Estoy trabajando en [un barrio acomodado] en otra sucursal”. Habiendo trabajado duro, y aprendiendo de sus jefes cómo tener éxito, Camila estaba pendiente de la próxima promoción posible (así como de una nueva vivienda). Mientras tanto, aprovechó la ayuda para el estudio que ofrecían en su trabajo, y de ese modo continúa sus cursos en la universidad.

Eliana trabajaba en Blue Cross Blue Shield (un seguro médico) como parte de sus estudios de enseñanza secundaria. Este empleo era sólo temporal pero aprovechó el aprendizaje y consiguió un trabajo en Plan de Salud del Barrio, una organización de mantenimiento de la salud que estaba ubicada en el área médica de Longwood, un barrio profesional de moda. “Estaba tan lleno de gente, y cada uno iba a algún sitio… era muy activo”. Conoció a otra chica latina que estaba trabajando y yendo a la escuela, y se hizo su mejor amiga.

Isabel y yo solíamos hacerlo todo juntas, íbamos de fiesta, al trabajo, de compras… todo. Isabel me enseñó a conducir y me acostumbró a viajar e ir a sitios en el coche. Ella iba al instituto entonces y era madre soltera. En un momento determinado me di cuenta de que Isabel me estaba enseñando que todo era posible, todo. Así que empecé a ir al instituto. Esto nos hizo más parecidas, ¿sabes? Solíamos ayudarnos un montón. Me llevó tres años, pero terminé el diploma de dos años con una calificación de 3.7 GPA. Isabel es mi chica… ¿sabes?

Estando pendiente de ir a la Universidad de Nueva York (NYU) para estudiar marketing y comunicación, Eliana buscó y encontró un empleo en Canal 7 en Boston. Eliana tenía dos empleos para ahorrar el dinero necesario para mudarse a Nueva York y estudiar en la NYU. Con su impulso de llenar su red de apoyo social “con gente que va a alguna parte” Eliana demuestra un sentido de agencia positivo. Para acompañar su elección en las relaciones, se ha expuesto a ambientes que le ponen en contacto con gente que hace de modelos de rol y le ayudan a concentrarse en la educación y en el desarrollo de su carrera.

Paula estudió puericultura y consiguió un puesto como ayudante de dirección en una guardería de calidad. Aunque estaba ubicada en un área desfavorecida, la guardería atraía a aquellos padres que le daban importancia a la educación y estaban interesados en darles a sus hijos un buen punto de partida educativo con el que salir de la pobreza. A través de este empleo, Paula entró en relación con Valerie, una afro-americana móvil socialmente, que es también madre soltera. Valerie hace de puente con un mundo socialmente móvil, proporcionándole a Paula algunas ideas de cómo salir adelante. Paula habla de una relación recíproca con Valerie, una mujer a la que ve como modelo de comportamiento. En una conversación sobre las ayudas públicas, Paula comentaba:

Sólo la mereces [la ayuda] si estás dispuesta a hacer algo con tu vida, sabes… Como mi amiga Valerie, que lo ha hecho todo por si misma. Ella ha trabajado duro y ahora es directora de cosméticos en [un departamento de unos grandes almacenes locales]. Ella debería estar orgullosa de sí misma, me trae productos para estar atractiva… Creo que estuve allí por su hija cuando más lo necesitaba… Creo que empezó tarde [a tener hijos] y que ha hecho más para estar bien.

Paula aludía a Valerie repetidamente durante los tres años de participación en el estudio, cuando se refería a gente que le había influido positivamente en su vida. En una ocasión hablaba de la ropa que se pondría Valerie para ir a una entrevista de trabajo. Tener gente en la propia red que pueda darte una idea de qué es apropiado ponerse para una situación determinada es bien visto por todos nosotros. Sin embargo, el modelo que Valerie proporcionaba a Paula es enormemente importante según la investigación sobre la empleabilidad de las personas con bajos ingresos (Fernández-Kelly, 1995). Desafortunadamente, Valerie era sólo uno de los pocos individuos socialmente móviles en la red de Paula. Los contactos de Paula iban de receptores de ayudas sociales a mujeres empleadas, pero tendían a estar luchando por la supervivencia, como Paula, y no disponían de las herramientas necesarias para fijar sus perspectivas en la movilidad social.

Aunque las oportunidades de Eva se vieron seriamente restringidas por su estatus de inmigrante indocumentada, consiguió un trabajo de niñera como interna en la casa de una familia de profesionales latinoamericana, con un amplio y activo círculo social. El acceso a dichos profesionales de clase media amplió sus oportunidades educativas, y las oportunidades laborales de algunos miembros de su familia.

Uno de los amigos era un amable chico que estaba empezando su propio negocio y que tuvo noticia de mi tío… así que lo contrató para hacer el mantenimiento y la limpieza. Era tan feliz… Pude ayudar a mi tío y a mi tía, y fueron ellos los que me ayudaron a mí a venir aquí… También conocí a otra señora, me dio su tarjeta y me ayudó a entrar en las clases de inglés como segundo idioma. Iba mientras los chicos estaban en la escuela y aprendí un montón así. Era un trabajo bonito con una familia muy amable, ¿sabes? Y pude conocer a muchos latinos a los que les iba bien. Yo supe que algunos habían empezado igual que yo y saber esto me ayudó mucho… me dio esperanza y más razón para esforzarme[9] .

Es muy poco habitual que los inmigrantes indocumentados accedan a un empleo que les ponga en contacto con redes heterogéneas. Cuando lo hacen, la falta de dominio del inglés dificulta su comunicación. Sin embargo, la historia de Eva demuestra que trabajar en la casa de la gente -el lugar de trabajo de muchas mujeres inmigrantes latinoamericanas sin papeles-, puede ser provechoso, dependiendo de los propietarios de la casa, y de la forma en la que tratan al trabajador. Eva fue afortunada de trabajar para una familia de profesionales latinoamericanos que simpatizaban con sus necesidades como inmigrante indocumentada recién llegada. La relación con esta familia también ayudó a Eva en su capacidad para criar a los niños. Cuando nació su hijo, Eva pensó en su antiguo trabajo y en que ella había aprendido que “para educar a los niños tienes que entender que es lo que a ellos les gusta, y llevártelo momentáneamente… tal y como un juego de Internet o un juguete determinado… no tienes que gritarles o pegarles. Sólo te llevas aquello con lo que tienen muchas ganas de jugar”. Aprender este tipo de disciplina es fundamental para aquellos inmigrantes que vienen de países donde el castigo corporal es habitual en la crianza de los hijos. Sin alternativas para llevar a cabo la educación, muchos padres inmigrantes latinoamericanos pierden la capacidad de mantener la disciplina con sus hijos. En el caso de Eva, la exposición a las normas de disciplina propias de la clase media le dio alternativas con las que mejorar su capacidad para criar a los hijos.

Desafortunadamente, no todas las mujeres han tenido acceso al tipo de empleo que –en palabras de Briggs- proporciona oportunidades para conectar con puentes. Marcela vino a Estados Unidos habiendo realizado ya algunos estudios posteriores a la enseñanza secundaria. Pero, en contraste con Josefa, su falta de manejo del inglés limitó sus oportunidades de mejora. Se vio atrapada como ayudante de dirección en un supermercado ubicado en un barrio desfavorecido, lo que redujo su accesibilidad a lazos heterogéneos. Estaba experimentando grandes dificultades por la ruptura de la relación con el padre de su hija, que la maltrataba -y en ese momento estaba en la cárcel-, y era una fuente de agotamiento emocional y financiero. Marcela pudo confiar en sus compañeras de trabajo para obtener estímulo emocional sobre este tema, convirtiéndose en vínculos de su red de apoyo social que le ayudaron en un momento de necesidad. Sin embargo, al estar ubicado en un barrio de bajos ingresos con clientes y empleados con escasos recursos, este empleo ofrecía pocas oportunidades para entrar en contacto con personas que pudieran facilitar el acceso a oportunidades de movilidad. “El día de más trabajo es el miércoles… En realidad no paras, con todas las prestaciones por discapacidad, ¿sabes?... y la gente entra en seguida a hacer las compras”[10]  .

Aunque la exposición a diversidad de gente abre la oportunidad de mejorar el empleo, la salud y el sentido de control sobre la propia vida (Erickson, 2003), la mera exposición no garantiza que el contacto se convierta en un puente. La disposición para ayudar es necesaria para que se convierta en un puente. Camila desarrolló una relación con una compañera de trabajo que tenía también una hija pequeña. Como Camila explicaba,

Ella tenía una hija en clases de Ballet justo aquí en Brookline. Yo estaba tan contenta pensando en que finalmente llevaría a Miranda al Ballet, ¿sabes? ¿Recuerdas que te dije que nunca antes pude llevarla a clase en el Sur de Boston? Así que finalmente se lo dije, y le pedí información, y ella siguió diciéndome que traería un folleto, pero nunca lo hizo. Le pedí el teléfono y la dirección, y me dijo que no los recordaba. No sé por qué hizo eso, ¿sabes? Quería hacerme sentir que Miranda no es suficientemente buena o algo así. A los cinco años ya está siendo discriminada. ¿Realmente piensa que su hija es mejor que la mía?

Camila, que estaba desarrollando cierto sentido crítico y de pertenencia al grupo durante su participación en el estudio, se dio cuenta del poder que individuos aislados pueden ejercer en la reducción de las oportunidades de aquellos de bajos ingresos, o que son racial o étnicamente diferentes. La conciencia crítica y la pertenencia al grupo son dos aspectos de la transformación psicológica que conduce a la potenciación (Gutiérrez & Lewis, 2000). Camila se dio cuenta de qué lugar ocupaba en el sistema socioeconómico, y el hecho de que era el estatus de inmigrante o la base étnica lo que se utilizaba para justificar dicha posición a nivel social. También comprendió que ella estaba siendo aislada por ser “latinoamericana” de la misma forma en la que otros latinoamericanos son discriminados. Esta compañera de trabajo era un vínculo desemejante, con el potencial para convertirse en puente, pero en su lugar decidió excluir a Camila y a su hija. La potenciación y el desarrollo emocional de Camila continuaron cuando fue inicialmente apartada de la promoción, aunque había recibido las mejores evaluaciones y estaba entrenando a nuevos empleados. Como la historia de Camila demuestra, el acceso a lazos diversos es un ingrediente importante en el establecimiento de puentes. Pero que la acción se complete depende de la voluntad y la actitud del individuo que funciona como puente.

Heterogeneidad y puentes en lazos fuertes

Aunque Josefa comprobó que la heterogeneidad étnica en un trabajo mal-pagado le ayudó a encontrar una oportunidad de empleo mejor, es difícil averiguar con qué frecuencia fluye la información de un grupo étnico a otro. Sin embargo, la heterogeneidad en las relaciones sociales también existía en las familias de las mujeres de la muestra. Como resultado, varias de ellas, Lisa, Camila, Eliana, Nina, Solana, Marcela y Mireya tienen disimilaridad en las redes de apoyo social[11] . La heterogeneidad en la familia de Camila viene de su hermana mayor, que ha estudiado en la universidad y tiene un puesto profesional en una empresa de inversiones. Camila tiene una relación muy buena con su hermana mayor, que le ha ayudado en los estudios para que pueda continuar con su educación. La familia del novio de Camila es de clase media y uno de los parientes va en la actualidad al Smith College. Solana y Eliana tienen hermanas y primas con estudios universitarios y Eliana, Nina y Solana tienen novios y primos que durante el estudio se graduaron y se convirtieron en profesionales, empujando a tres mujeres de segunda generación a volver a la escuela para terminar sus estudios.

Lisa, que se ha graduado en la universidad, tiene una pareja lesbiana que se graduó en Radcliff[12]  y es una profesional de mucho éxito. Lisa dice que su pareja le ha “ayudado a completar los formularios de solicitud, a discutir los pros y los contras de diferentes oportunidades… también piensa en términos de quién puede ayudarme, que ella pueda conocer y puedan echarme una mano”. Con esta afirmación, Lisa está describiendo lo que un puente generalmente hace: conectar a Lisa con otra red, una red de profesionales que es claramente diferente de las relaciones disponibles en la zona donde se concentran las viviendas de protección oficial. La pareja de Lisa juega un importante papel como puente, puesto que Lisa trabaja para una organización que monitoriza las condiciones de las viviendas públicas, y tiene también una posición de liderazgo en su comunidad de arrendatarios. Esto significa que Lisa gasta la mayor parte de su tiempo con gente de bajos ingresos que habitualmente se apartan de ella debido a su homosexualidad. Marcela atribuye su vuelta a la escuela para mejorar su inglés al desarrollo de una relación íntima con otra joven latinoamericana, que es estudiante universitaria. Finalmente, es importante poner de manifiesto que tener heterogeneidad en la familia y en los lazos fuertes no siempre da lugar a mayores oportunidades. Un ejemplo es Mireya, cuya cuñada ha estudiado en la universidad, y es una fuente de apoyo emocional para Mireya, pero nada parecido a la “palanca social” fue atribuido a esta relación durante el tiempo que duró esta investigación.

El hecho de que estas mujeres tengan acceso a lazos heterogéneos en sus familias y entre sus lazos fuertes contrasta con la literatura sobre las áreas urbanas en las que se concentra la pobreza y el aislamiento social. Aunque estas mujeres viven en contextos muy pobres, sus lazos hacen de puente más allá de los barrios con concentración de viviendas de protección oficial. Además, puesto que muchos de éstos son lazos fuertes, la confianza obligada es inherente. Todos estos lazos fuertes han influido en las mujeres latinoamericanas de la muestra, a avanzar en su educación y mejorar en su ocupación.

Equilibrando los lazos de apoyo social con los que promueven el ascenso social

La capacidad para equilibrar la influencia ejercida por sus redes de apoyo social con sus redes de ascenso social en ciernes, es otro factor importante en el desarrollo de lazos facilitadores de la movilidad social entre las encuestadas del estudio. A través de una combinación de modelado y apoyo específico, los miembros de la familia ayudan a las mujeres que cuentan con heterogeneidad en su familia extensa a salir adelante. La hermana y el novio de Camila son miembros activos en su red de apoyo, y refuerzan su carrera y su deseo de estudiar. Camila también recibe ánimos de sus compañeras de trabajo en el banco, que se oponen a las opiniones negativas expresadas por sus amigos. Cuando se le preguntaba por las reacciones a su decisión de ir a la universidad, comentaba:

Tania [una antigua compañera de clase que también era madre soltera y vivía en un piso de protección oficial] decía “Uff, tiene que ser muy duro”. Ella no podía entender por qué me interesaba. En el trabajo [en el banco] no me dijeron más que cosas positivas… todos se alegran por mí… Un [compañero de trabajo] se pregunta porqué estoy cursando una diplomatura en un colegio comunitario[13] , y querían que me trasladara a uno normal. Empecé a enterarme de eso, y puede que merezca la pena. Ya veré.

Aunque la madre de Marta apoya su pretensión de movilidad, Marta sabe que los miembros de la familia extensa se echarían atrás a la hora de prestarle apoyo. En este caso, la confianza obligada sirve como una herramienta de control social que ahoga el empeño de Marta, en lugar de estimularlo (Portes & Sensenbrenner, 1993; Portes, 1998):

Tener estudios me preocuparía a mí… pero a nadie más… estarían celosos y no me hablarían más. [Mi familia materna] son gente celosa… ni mi madre ni yo podemos tener nada mejor que ellos, porque son tan celosos… Ufff… no me ayudarían… dirían “¿pero quién te crees que eres?”… dirían que pienso que soy demasiado buena para ellos. Parece que puedo verlos… estarían tan celosos… y empezarían a hablar a mis espaldas diciendo tonterías. No, no… no me ayudarían.

Otras encuestadas expresaban su inquietud en el caso de proponerse un alejamiento de sus redes de apoyo. Marcela comentó que podría ganar más trasladándose a un supermercado lejos de la zona desfavorecida. Sin embargo, dada su falta de confianza en su capacidad para hablar inglés, irse a otro sitio y abandonar su red de apoyo en el trabajo era demasiado riesgo. Casualmente, hacerse amiga de una mujer que iba a la universidad le animó a dejar su trabajo y aceptar un puesto de cajera a tiempo parcial, con el tiempo necesario para estudiar inglés. En un par de meses empezó a hablar inglés en nuestras entrevistas. Marcela consiguió un trabajo como ayudante del director de un almacén de ropa en un buen barrio de habla inglesa, siguiendo su camino de movilidad gradual. Marcela reconoce el estímulo que le proporcionó su amiga de la universidad. También cree que su anterior trabajo le preparó para “saber cómo relacionarte con la gente y conseguir el auto-control que necesitas para salir adelante”.

Otro caso en el que tomar decisiones conscientes sobre la red de apoyo y las redes que facilitan el ascenso es el de Eliana, que reconoce y valora que algunos de sus amigos aportaron a su vida cosas para mejorarla. “Es el caso de ir en coche con Isabel, ¿sabes? Me acostumbró a ir a cualquier sitio… Montarse en el coche y venga… Antes, nunca fui lejos en coche, ahora voy a sitios. Ahora no hay límites en adonde puedo ir”. Tener una madre que ayuda a todo el mundo pero que no es correspondida, y muchos amigos en la escuela secundaria “que no iban a ninguna parte” hizo que Eliana sintiera que “tenía que rodearme de gente que fuera a alguna parte. Tenía que elegir, ¿sabes?… No me puedo quedar atrás”. Marilyn también es un modelo y un apoyo para las ambiciones de Eliana de salir adelante. Marilyn es la prima de Eliana y siempre han sido íntimas. Hace unos años Marilyn dejó Boston y fue a la Universidad de Nueva York.

Por eso iba a Nueva York cada fin de semana… es mi modelo, mi chica… sabe lo que tiene que hacer… ¿sabes? Todo el mundo pensaba que no iba a hacerlo, pero está haciendo lo que quiere y lo está consiguiendo para sí misma… Se ha graduado en un master en gestión organizacional. Estoy tan contenta por ella. ¡Lo ha conseguido!

Eliana ha aprendido de la experiencia y eso le ha hecho ser consciente sobre las relaciones sociales, y cómo las mismas pueden ser un instrumento para salir adelante en la vida. Tener lazos socialmente móviles ha ampliado sus horizontes, y le ha hecho sentir que ella puede hacer lo mismo. “Por eso quiero ir a la Universidad de Nueva York, ¿sabes?”. La heterogeneidad en las redes de apoyo social de Camila y de Eliana le ha ayudado a ambas a impulsar a muchos otros en sus redes de apoyo social. Ambas viven en familias que les apoyan y que no les cargan de un modo desproporcionado que les impida aprovechar otras oportunidades disponibles. Sin embargo, de acuerdo con la literatura, muchas de las mujeres tenían obligaciones familiares que afectaron a su capacidad para salir adelante (Dobson, 1999).

Obligaciones familiares

Una parte del esfuerzo para equilibrar los lazos de apoyo con los que facilitan el ascenso se da en la forma de obligaciones familiares, que ejercen un tipo de presión por cumplir con el deber que es difícil de evitar para algunas mujeres. Debido a la maternidad, todas las mujeres menos dos tenían obligaciones familiares que afectaban a su capacidad para salir adelante, reduciendo sus oportunidades para ampliar las redes sociales con lazos que faciliten el ascenso. La maternidad temprana sin apoyo de la familia impidió a Mireya, Yolanda y Jenny terminar la secundaria. Yolanda, que tiene cinco hijos, y Jenny, que tiene dos, no han trabajado mucho fuera de casa, como Lorena, que está criando seis niños. Vivir en pisos de protección oficial y no trabajar fuera de casa limita sus relaciones a personas en circunstancias similares. De hecho, ninguna de ellas tiene lazos de apoyo aparte de su marido o su novio. Por el contrario, y aunque tienen niños, Lisa, Camila, Nina y Julia han sido capaces de continuar sus estudios y seguir con sus esfuerzos para salir de la pobreza. Han hecho eso con el apoyo de la familia y de instituciones que, combinadas con la motivación personal, les han permitido superar los estudios secundarios.

Nina juega un papel en su familia que la mantiene muy ocupada, y que inicialmente la alejó de sus estudios. Como principal fuente de apoyo emocional e instrumental de su madre, que está muy deprimida, de su padre, que es drogodependiente, de su hermano más pequeño, que tiene problemas con la justicia, y de su primo, que “va de la mano con perdedores”, Nina se vio obligada a dejar sus estudios -después de dos años- para centrarse en su familia, su hija y el trabajo.

Me estaban empujando en muchas direcciones... No podía con todo eso, ¿sabes? Entonces nació Naomi y ya fue demasiado. Sabía que no era lo correcto, pero sentí que no tenía elección. Tenía que ponerlo todo bajo control, y después ver el tema de los estudios. Pero ahora… me estoy cansando realmente del trabajo, y sé que no puedo ir más lejos sin estudios… soy más lista que ellos, más lista que mis jefes, pero no me van a dejar progresar. Así que lo que tengo que hacer es irme de allí, pero no puedo ir a ningún sitio hasta que no tenga más estudios.

Un año después, Amelia, amiga íntima de Nina, que también vive en un piso de protección oficial, se licenció en el Emerson College, y Nina le organizó una fiesta. Seis amigas que habían ido juntas al instituto acabaron maravillándose de que Amelia consiguiera terminar sus estudios como madre soltera, y trabajando a tiempo completo. Nina considera que Amelia le empujó a establecer límites con su familia, lo que se vio facilitado por una mejora general de su situación que le permitió a ella reducir su responsabilidad. “Tenía que empezar a pensar en mí misma. Vi a Amelia y estaba tan orgullosa de ella. Tira adelante con su hijo y su madre, que vive con ella, y trabaja realmente duro... estábamos tan orgullosos de ella” (aumentando el tono de su voz). Nina retomó sus estudios, aunque “mi madre no puede comprender que tengo un niño. Ella no es capaz de aceptar que no tengo a un hombre y que quiero prepararme primero”. La madre de Nina preferiría ver a su hija casada en lugar de poner sus energías en continuar con sus estudios, pensando en que continuar con los estudios le haría menos atractiva para los hombres. Esta relación madre-hija representa la distancia cultural entre generaciones que existe en algunas familias inmigrantes [14].

Stack y Burton (1993) llaman a estas dinámicas “kinscription”[15] , juegos de poder entre miembros de la familia para reclutar a individuos que hagan el trabajo de apoyo familiar, incluso si ello impide o inhibe las ambiciones y metas personales de dichos individuos. El intento de Nina de subir la escalera social ampliando su educación disminuiría el nivel de apoyo que puede proporcionar a su madre y el resto de la familia, así como el contenido de intercambio en sus relaciones. Este tipo de transición no es fácil para la madre de Nina, que tiene que arreglárselas con su propia enfermedad mental y con el hermano de Nina ella sola. Así, Nina sigue siendo vulnerable a la presión que ejercen sobre ella para que limite sus aspiraciones educativas y siga ayudando a la familia. El temor por lo que Boissevain (1974, pág. 89) describe como “un drástico reordenamiento de las relaciones sociales de la persona que queda atrás”, complica y limita las oportunidades de Nina para la movilidad socio-económica. En cualquier caso, Nina ha prevalecido estableciendo límites en la red de apoyo que la agota, obteniendo motivación de los lazos de apoyo que actúan como modelos de rol, y está avanzando en su educación.

Sin embargo, no todas las mujeres tienen acceso a modelos de rol, o la capacidad de establecer límites en sus redes de apoyo para aprovechar las oportunidades con las que prosperar. Como sugieren los resultados, hay factores individuales que juegan un papel fundamental en las mujeres que parecen capaces de actuar del mejor modo para aprovechar sus oportunidades. Más allá del apoyo familiar y de los lazos heterogéneos, un sentido de agencia individual orientado al progreso estaba en juego. Lo que sigue son algunos de los ejemplos que estas mujeres me dieron de gente y acontecimientos que las marcaron de acuerdo con el desarrollo de un sentido de agencia orientado al progreso. Nina atribuye a su abuela la puesta en marcha de la creencia de que podía y necesitaba lograr algo individualmente.

Ella es tan increíblemente fuerte… es la persona más importante en mi vida. Le echo mucho de menos… me dio tal sentido de amor y apoyo, ¿sabes?… Pero también puso expectativas en mí, expectativas que yo me sentía obligada a cumplir. Ella esperaba que consiguiera una educación y que fuera independiente… es alucinante Silvia, ¿sabes? Su propia hija parece no entenderlo. Ella piensa que estar casada es más importante. Ja, ja… yo comprendo a mi abuela muy bien, y lo que quería era que yo consiguiera mi independencia… y eso incluye las relaciones con los hombres… Se espera que yo llegue ahí, ¿sabes? Voy a llegar ahí.

Lisa habló largo y tendido de criarse en un ambiente donde todo lo que se esperaba de ella era que encontrara un marido que la apoyase. Lisa sabía que no podía ajustarse a dichas expectativas siendo homosexual. Su hermano, que “salió del armario”, fue seguidamente apartado por la familia y terminó muriendo solo y alcoholizado. Lisa desarrolló sus propias expectativas y sabía que necesitaba abandonar Nicaragua para conseguirlo. “Soy la única en la familia con estudios, la única… la única que no trabaja en un restaurante… la única que no está casada. ¿Sabes que soy la única que no estoy siendo maltratada en casa?… la única. Sabes, Silvia, ese es el motivo por el que me fui, por el que he luchado tanto, tanto[16] , por el que he hecho lo que tengo que hacer para conseguir mis estudios”.

Mientras que ser diferente a la norma le dio a Lisa la motivación para irse y tener estudios, en el caso de Camila una trabajadora comunitaria fue clave para enseñarle que podía prosperar. La Hermana Madeline trabajaba en el Centro Labouré del Sur de Boston, una organización de servicios sociales. La Hermana Madeline ha realizado varios años de trabajo misionero en Bolivia y era bilingüe y bicultural. Por otro lado, había crecido en los proyectos de vivienda de Charleston que compartía una historia común con el Sur de Boston, que había destacado por el orgullo irlandés-americano y el antagonismo hacia la integración. La Hermana Madeline era, por tanto, un puente perfecto entre dos comunidades, lo que se veía además legitimado por el hecho de ser religiosa. Como la Hermana Madeline me contó al explicarme la necesidad de servicios para los latinoamericanos: “no es que necesitemos más servicios, el Sur de Boston es rico en recursos, Silvia. Lo que hace falta es una forma de conectar a los latinos con estos servicios. Eso es lo que yo hago”. Camila hablaba con frecuencia sobre la Hermana Madeline cuando se refería a su infancia en el Sur de Boston.

Ella vendría a casa para informarnos del Día de la Unidad... también nos habló de los programas de juguetes para la navidad… Ella fue la que me metió en el Club de Jóvenes Emprendedores… era un club que nos enseñaba a producir y vender productos. Aprendimos a hacer joyas, e hicimos un viaje a Nueva York para comprar los materiales. Fue realmente imponente. Luego volvimos y vendimos las joyas en una zona comercial.

Camila considera que esta experiencia “me enseñó cómo se hacen negocios y cómo yo podía iniciar algo y llevarlo a la práctica obteniendo la información necesaria, ¿sabes? Es como la gente… conocer a la gente adecuada… eso es lo que ayuda a conseguir lo que necesitas. Me enseñó que puedo hacer lo que se me pase por la cabeza”.

Hasta ahora hemos visto cómo un miembro significativo de la familia, una identidad de género que cerraría definitivamente puertas, y el acceso a una trabajadora comunitaria que actuaba como puente (facilitando experiencias capacitadoras a los jóvenes), proporcionaron a Camila, Nina y Lisa la fuerza motivadora que las empujó a prosperar. Todo ello fue mencionado durante las entrevistas, y a través de los componentes longitudinales de mi trabajo aumentó en validez. Lo siguiente es una discusión de la narrativa de inmigración, que mostró ser otra variable significativa en los contactos longitudinales de la investigación, con mujeres motivadas para prosperar, y que estuvo presente en muchas mujeres de la muestra.

Narrativa de inmigración

Esperaba a Camila un sábado por la mañana. Estaba fuera con su padre haciendo la compra. Me senté en uno de los sofás del salón, que estaba cubierto de plástico. Había una mesa al lado, entre los dos sofás, y un módulo de entretenimiento, con una televisión y un video. Por encima había varias fotos de la familia: Miranda cuando niña, Camila y su hermana al terminar los estudios, el día de la boda de sus hermanas, y otros momentos memorables. El hermano de Camila me había abierto la puerta y me dejó entrar cuando se iba. Había pasado allí bastante tiempo como para que toda la familia me tratara de un modo muy familiar. Llegó Camila y, después de soltar las cosas y traernos un vaso de zumo, se sentó conmigo a hablar. Le pregunté a Camila sobre la forma en la que su familia reaccionaba ante los problemas, y si se los contaban a los niños.

¿Qué te decían sobre el hecho de no tener dinero? “Bueno, me decían, no tienes que pasar por esto, tienes que trabajar duro para prosperar en la vida, ese es el motivo porque el vinimos a los Estados Unidos, para que tuvieras estudios, y tu propia casa, y un coche, y todo lo que desees… Estoy aquí, ¿sabes?... para tirar de vosotros hacia delante, porque yo ya soy vieja y no puedo hacer nada y bla, bla, bla” (bajando su voz, continuó) sólo porque eres viejo no es un motivo… eso pasaba por mi cabeza, decía conteniendo la risa. “Ella fue a la escuela, al colegio comunitario Roxbury[17]  para aprender inglés y tal”.

En medio de la conversación, Camila empezó a explicar la narrativa de la inmigración. Escuché esto con mucha frecuencia durante mi investigación y mi experiencia profesional con inmigrantes. “Luchamos para venir a este país para tener un mejor futuro”. En el mejor de los casos, esta narrativa es muy poderosa, se convierte en un mito que incluye esfuerzo, sacrificio, oportunidad, motivación, integración en la sociedad y movilidad económica. El mito también remite a la heterogeneidad en las relaciones sociales, puesto que la movilidad requiere del acceso a nuevos contactos sociales. Fueron precisamente las mujeres que más veces recurrieron a esta narrativa las que cuentan también con relaciones heterogéneas. En el peor de los casos, es una narrativa que ofrece un medio para informar y mantener la perspectiva de progreso (Kibria, 2002). Estos hallazgos son consistentes con la literatura sobre el ascenso social de los inmigrantes. Waters (2001) observó que era una variable vigente en el progreso de los inmigrantes de las Indias Occidentales, Ogbu (1978) halló que era una variable explicativa al comparar el logro académico de inmigrantes y afro-americanos, y Kibria (2002) lo incluyó como un factor en su investigación con inmigrantes vietnamitas. Además de Camila, varias mujeres latinoamericanas de segunda generación de la muestra hacían relatos similares cuando se les preguntaba por su motivación personal o por las relaciones con la familia, o al justificar su comportamiento. Una variación de esta narrativa, “luché para venir a este país para tener una vida mejor”, fue mencionado por Eva y Lisa, que vinieron a los Estados Unidos solas y que estuvieron en situación irregular durante mucho tiempo. Otra divergencia en la narración de la inmigración, el doble marco de referencia (Waldinger & Der-Martirosan, 2001, Ogbu, 1978) también está presente en la primera generación de mujeres inmigrantes, que describen con frecuencia su situación actual en comparación con cómo habría sido en sus lugares de origen. Un ejemplo de ello es Eva, que hablaba de familiares que acababan de llegar de El Salvador:

Me miran y dicen, “Eva estás tan lejos de lo que eras en El Salvador. Si tu madre pudiese verte… estaría tan orgullosa. Piensa en cómo sería tu vida… si hubieras permanecido allí”. No saben lo bien que me hacen sentir, ¿sabes Silvia? Me hace mirar atrás y valorar cómo me van las cosas aquí.

Finalmente, hubo otras tres mujeres de primera generación, Josefa, Martina y María, que trajeron a colación dicha narrativa al hablar de qué esperaban de sus hijos. Para estas mujeres sus aspiraciones de movilidad van más allá de ellas mismas. Josefa, María y Martina comparten los valores culturales tradicionales latinoamericanos que le dan un gran valor a la maternidad, y esto proyecta su sentido de agencia orientada al progreso en asegurarse de que sus hijos prosperen. A estas tres mujeres les ha ido muy bien, y tienen estudios y trabajo. Sin embargo, como Martina expone recurriendo a la narrativa de la inmigración, “Sabes Silvia, toda mi preocupación ahora, toda mi atención está en darle a mis hijos lo que necesiten. Para que tengan la oportunidad de ir más allá que mi marido y yo en este país”. Nadie es más explícita sobre su papel en la familia que Josefa, que nunca perdía la oportunidad de decirme “bueno Silvia, tú me conoces, sabes de qué voy… toda la familia está aquí y es todo lo que necesito. Estoy al servicio de mis hijos… eso es lo primero”.

Josefa elige sus relaciones según si comparten sus mismos valores sobre la maternidad y la atención preferente a los hijos. Josefa y María eligieron su empleo conforme a un horario que les permitiera estar disponibles para sus hijos. Por tanto, eligen de forma que puedan estar en casa tanto tiempo como sea posible cuando los niños no están en la escuela. Como relata María, “estudié desarrollo infantil porque sé que ese tipo de trabajos me permiten estar en casa por las tardes con los niños… lo he aprovechado mucho, ahora que me siento mejor y estoy más segura de cómo mi marido y yo estamos criando a los niños en este país. He aprendido nuevas formas de disciplina y ahora tengo varias ideas… Me hace sentir mejor y con más control como madre”. Martina es una profesional que trabaja a tiempo completo, pero su centro de atención son los hijos, como se muestra en sus afirmaciones sobre la apariencia de su casa. “Mira esto, está un poco desnudo, ¿no? Gasto en muebles tan poco como sea posible. Tenemos lo que nos hace falta y eso es así porque estoy ahorrando para el futuro. Eso es mucho más importante que tener la última televisión y otras cosas… No veo la necesidad de todo eso”. Además, las tres mujeres tienen maridos que les ayudan mucho, que echan una mano en el hogar y en el cuidado de sus hijos. En ese sentido, estos maridos trabajan en colaboración con sus esposas para que la familia funcione tan bien como sea posible, de modo que sus hijos prosperen. Sus estrategias de búsqueda de recursos giran en torno a lo que sus hijos necesitan. Esto dice María cuando se le pregunta si le preocupa algo sobre el futuro y sus hijos:

La economía... y que yo y mi marido podamos mantenerlos. Nunca tuve a nadie que me ayudara a estudiar. Pero yo quiero que mi marido y yo tengamos algo en el futuro con lo que ayudarlos. Algunas veces me preocupo por nuestros empleos, que podamos perderlos, o un accidente o una enfermedad, y eso me aterra. Ese es mi mayor temor, que yo no pueda mantener a mis hijos… de forma que ellos puedan llegar a la universidad con una buena base para que puedan valerse por sí mismos. Hemos hablado de esto y estamos intentando asegurar tanto como sea posible nuestra situación para que puedan prepararse para la universidad. Por eso hemos comprado una casa y tierra en Puerto Rico. Tenemos que ver qué más podemos hacer para que tengan más oportunidades de las que nosotros jamás tuvimos.

En resumen, Marcela, María, Josefa, Lisa, Martina, Camila, Eliana, Nina, Eva, Solana y Julia están, de un modo o de otro, y en diferente grado, progresando económica, social y emocionalmente. Todas estas mujeres trabajan, tienen un sentido de agencia orientada al progreso, cuentan con el soporte de sus lazos de apoyo social, disponen de acceso a redes heterogéneas y a puentes que de algún modo han llegado a ellas, a la vez que tienen la narrativa de la inmigración resonando en su cabeza. Todos estos factores se unen para proporcionar a las mujeres las herramientas necesarias con las que progresar en su puesto de trabajo y en sus estudios. El hecho de encontrar que la mayoría de la muestra (11 de 19) cuenta con esos factores en su vida es una sorpresa inesperada, teniendo en cuenta la literatura sobre las zonas donde se concentra la pobreza. Sin embargo, es importante destacar dos factores: esta investigación tuvo lugar durante un período de expansión económica donde hubo empleos disponibles para trabajadores de bajos ingresos. Eso significa que cuando las mujeres pusieron en práctica su propósito de mejorar, encontraron oportunidades en las que acomodarse. El segundo factor se relaciona con la narrativa de inmigración, pues las normas y valores culturales que se centran en la solidaridad familiar y en las perspectivas positivas sobre el futuro se ven renovadas y revitalizadas con la llegada constante de nuevos inmigrantes. En contraste, gran parte de la investigación sobre la pobreza urbana se ha basado en afro-americanos y muchos sugieren que las generaciones sucesivas de marginación y pobreza han mutilado las redes tupidamente tejidas de los afro-americanos, y han aislado a los miembros familiares entre sí (Rochelle, 1997, Domínguez & Watkins, 2003). Estos resultados dan credibilidad a la idea de que los inmigrantes no se ajustan a la visión convencional de la pobreza urbana, que se ha ido conformando en gran medida con estudios basados en afro-americanos.

No todas las mujeres de la muestra se benefician de los factores antes descritos. Como resultado, las mujeres inmigrantes de primera generación, Rita, Yolanda, Lorena y Gloria, y las de segunda generación, Mireya, Marta, Jenny y Paula, están estancadas en las dinámicas que llevan a la situación de pobreza. Ahora me centro en los factores que evitan la formación y puesta en práctica de las redes de movilidad. Estos factores, que se ilustran en el segundo gráfico, no se reducen al hecho de que sus opciones estén limitadas por las obligaciones que tienen como madres, sugiriendo que determinadas dinámicas patriarcales son el factor más importante del estancamiento de la mujer en situación de pobreza, seguido por cuestiones de salud mental, la homosexualidad y ser inmigrante de segunda generación residente en pisos de protección oficial.

Lo que me hizo huir con mi marido fue mi padre. No podíamos tener amigos. No podíamos llevar amigos. Así que cuando mis demás hermanas no querían hacer sus faenas me convertí en la esclava de mi casa. Me llevé una buena azotaina por cuenta de mis hermanas porque ellas se vestían y yo no podía ni salir, porque tenía que quedarme en casa y limpiar, cocinar y poner la mesa mientras que las demás estaban sentadas sin hacer nada. Yo era como la criada de mi casa. Por eso me sentía como si me estuviera ahogando. Conocí a Carlos (mi marido) cuando íbamos a la escuela, y lo que estaba pasando en casa me empujó a huir con él. Y me fui con él y con su familia… bueno, los primeros días estuvo bien, pero después empezaron a hablar de mí, que yo era perezosa. Como su madre trabajaba vendiendo perritos calientes en Puerto Rico y todos abandonaban la casa, yo era la que me quedaba limpiando.

Como explica Yolanda, se sintió sola y maltratada por su padre. Escapó de esta situación injusta huyendo con Carlos, con el que ha estado desde entonces. Yolanda pasó a la familia de Carlos, donde se repitió el patrón de maltrato que había experimentado con su padre. Carlos ha seguido maltratando a Yolanda, controlando su comportamiento, y su familia no deja de cotillear para controlar y devaluar a Yolanda. La historia de Yolanda recuerda a las de Jenny, Lorena y Marta. Son mujeres que tuvieron hijos siendo adolescentes, carecían de estudios, formación o motivación, dependían de ayudas sociales, y sus hijos tenían diversos problemas de desarrollo que conducían a pobres resultados. Estas mujeres tenían una situación económica similar a la de Camila, Julia y Nina, que también fueron madres adolescentes, pero les está yendo bastante peor.

En una de las discusiones con Linda Burton, que dirigía la etnografía familiar en el Estudio de las Tres Ciudades, mencioné lo bien que le iba a Camila. Linda me preguntó si había pensado qué le había dado ese estimulante sentido de agencia personal. Cuando empecé a hacer preguntas para intentar obtener esa información, empecé a utilizar la misma lógica para buscar explicaciones que pudiesen dar cuenta de los bajos niveles de comportamiento pro-activo (y de la agencia de corto-alcance) que también habíamos observado.

Visité a Marta cuando llevábamos varios meses de estudio, y discutimos los rituales familiares. Por primera vez me di cuenta de que los hermanos de Marta habían estado ausentes de muchas de las reuniones familiares porque estaban en prisión. Marta me había contado antes que su padre pegaba a su madre y a sus hijos. A la hermana mayor de Marta le había pegado también su marido, y el maltrato fue tan grave que la madre de Marta tuvo que quedarse con sus hijos en custodia. Cuando siguió la conversación, la madre y la hermana de Marta se sumaron a la discusión. Marta comentaba que “las cosas eran muy difíciles aquí… porque mi padre era muy estricto, y lo que él quería y cuando lo quería eran la única alternativa”. Su madre salió de detrás y dijo, “si era tu cumpleaños y planeábamos una fiesta, él decidía si la fiesta se hacía o no. Él decidiría arbitrariamente, incluso si la gente ya había llegado. Sólo tenían que irse a casa”. La hermana de Marta añadió: “hacíamos lo que el quería, porque de lo contrario había muchos problemas”. El padre de Marta era un alcohólico que mandaba en la casa a base de violencia. Ejercía un fuerte control sobre la familia y el hogar, hasta que la madre de Marta consiguió que se fuera de casa. Marta tenía 13 años entonces, y en un año se había quedado embarazada y sus hermanos se metieron en problemas con la justicia. Cuando Marta tenía 16 años, todas las hermanas habían tenido hijos, y todos los hermanos estaban entre rejas. El control arbitrario y violento del padre de Marta desapareció y todos los chicos “se perdieron en las calles y se metieron en problemas”.

La entrevista sobre Rituales Familiares fue enormemente informativa. Me llevó a cuestionarme en qué medida la pobreza de las mujeres se relacionaba con el trauma que habían sufrido con los hombres a los que querían. Marta y su familia no parecían reflexionar mucho en lo que les pasaba. Sin embargo, cuando se puso a hablar del comportamiento arbitrario de su marido, su voz temblaba un poco. Es una familia que ha sufrido mucho, y que está a la defensiva. Marta acabó siendo maltratada por su novio, que la dejó embarazada a los 13, y de nuevo a los 16, pero que la engañaba con las amigas de Marta y con muchas otras. Desgraciadamente, aunque las oportunidades vitales de Marta y sus parientes ya se han visto reducidas, su actitud defensiva y su falta de reflexión mantendrán el trauma y las dinámicas que reducirán aún más sus oportunidades. Jenny y Lorena tienen historias similares de padres arbitrarios y controladores, que los maltrataron en casa y que hicieron que les fuese mal en la escuela, se comprometieron con hombres muy pronto y se quedaron embarazadas, dejaron la escuela y tuvieron una pobre historia laboral (si es que tuvieron alguna). En ese sentido, los padres de estas familias redujeron enormemente las oportunidades vitales de estas cuatro mujeres.

De las cuatro mujeres, sólo Marta tiene una historia de empleo consistente. Marta es muy guapa y completamente bilingüe, y estas cualidades le han abierto muchas puertas. Marta empezó a manejarse con el dinero en la secundaria, cuando trabajaba como cajera en un par de almacenes de ropa del Este de Boston. “Me encantaban esos trabajos… solía llevar un balance perfecto a la hora de hacer caja”. Después de terminar la enseñanza secundaria, empezó a trabajar en el aeropuerto de Logan en un establecimiento de cambio de moneda. Marta se enteró del trabajo a través de su amiga Rosalía, que era la madrina de uno de los hijos de Marta. Rosalía vivía en el mismo complejo de viviendas protegidas, y era madre soltera del sobrino de Marta. Aunque la relación se había enfriado mucho después de que Rosalía se comprometiera con el hermano de Marta, en el momento de informarla sobre el empleo eran íntimas. En este caso, Marta obtuvo ayuda para encontrar empleo de un lazo fuerte, con oportunidades de mejora en un ambiente heterogéneo. En los tres años que duró el estudio, Marta trabajó en otras dos instituciones financieras en el centro de Boston, como cajera. Estas oportunidades le proporcionaron a Marta un buen salario (entre los más altos de la muestra) y prestaciones sociales. Marta se enteró de estos puestos a través de lazos débiles, “la cuñada de la compañera de trabajo de mi madre”, y ambos trabajos le pusieron en contacto con diversidad de gente, muchos de los cuales eran profesionales. De un modo similar al empleo de Camila en una institución financiera, estos empleos ofrecen oportunidades de promoción. Sin embargo, Marta dejó sus trabajos de forma sistemática cuando había empezado a hacer amigos y tenía posibilidades de mejorar. Lo siguiente es un extracto de algunas de mis notas de campo sobre el tema.

Marta teme que la gente se acerque. Este temor también se manifiesta en su comportamiento laboral. Deja los trabajos después de cuatro meses, justo cuando está empezando a desarrollar relaciones y ve que no la echarán. Es importante señalar que estas oportunidades de trabajo se dan en sectores donde la movilidad es posible. En lugar de arriesgarse a establecer relaciones y a la posibilidad de que la echen, sabotea haciendo algo por lo que la expulsarán del trabajo, como no ir. Sufrió siendo niña y adolescente y le llevará mucho tiempo procesar esto, puesto que no acepta que sea un tema que requiere solución. Sería la última persona en ir a un centro de ayuda psicológica, aunque lo necesite. Si alguna vez solicita ayuda psicológica, tardará mucho en encontrar alguien que vea más allá de su rudeza y persista en ayudarla. El mundo de la salud mental no sabe bien cómo tratar a la gente pobre y enfadada.

Reitero que los hombres han ejercido una influencia tremendamente negativa en las vidas de varias de las mujeres de la muestra. Esto es consistente con los estudios de Dietrich (1998) y Dodson (1999) sobre mujeres de bajos ingresos, cuyas oportunidades educativas (y otras) fueron coartadas por sus novios y esposos. Desafortunadamente, los padres autoritarios y controladores en las familias de Yolanda, Lorena, Marta y Jenny tienen consecuencias que se extienden más allá de la generación de sus hijas. Las cuatro mujeres tienen niños que han crecido sin la estimulación necesaria para un desarrollo adecuado, y con problemas físicos resultantes de una dieta pobre. Un ejemplo es el caso de Pedro, el hijo de Marta. Cuando tenía cuatro años, tuvieron que quitarle los dientes incisivos por la infección resultante de haberle dado habitualmente biberones llenos de Coca Cola. Ninguno de los niños de esta parte de la muestra tuvo educación pre-escolar, con lo que no tenían la preparación necesaria para ir a la escuela. Como consecuencia, varios han repetido curso y la hija mayor de Yolanda ha abandonado la escuela después de tener un niño. En resumen, estas dinámicas de género tienen consecuencias intergeneracionales –reduciendo las oportunidades vitales de las hijas, y a su vez las de los hijos de éstas. En este caso, estos hombres han perpetuado la pobreza en sus familias, limitando sus redes sociales a lazos homogéneos y agotadores, y promoviendo un sentido de agencia orientado al estancamiento a través de generaciones.

Hay otros tres factores detrás de los estancados niveles de agencia que parecen coartar la movilidad social y reproducir la pobreza. En consonancia con el papel que el trauma juega en la familia de Marta, se sabe que la salud mental es una causa de pobreza. Sin embargo, sólo Rita ha sido diagnosticada de una enfermedad que permite reconocerla como discapacitada. Es probable que Rita siga dependiendo de su pensión por discapacidad y del piso de protección oficial como único medio de subsistencia. Otras dos condiciones que parecen perpetuar la falta de movilidad social son la supervivencia en circunstancias permanentes de crisis y ser de segunda generación en un piso de protección oficial.

Durante mi participación en el Estudio de las Políticas de Bienestar Social, la Niñez y las Familias en Tres Ciudades, nos llamábamos por teléfono. Un día, uno de los investigadores principales preguntó si estábamos siguiendo alguna familia que pudiese describirse como familia tipo-crisis. Aunque en ese momento no podía definir ninguna de las familias de esa forma, la pregunta siguió conmigo. Con el tiempo llegué a ver a Paula como un ejemplo de agencia en crisis permanente. Cada vez que contactaba con Paula para fijar una cita decía “tengo mucho que contarte, Silvia”. Desde el primer minuto en que entraba en su casa, me hablaba sin parar, contándome las batallas, llamadas de teléfono, visitas a organismos, etcétera, que había tenido que hacer cada día. Paula estaba siempre enfrentando algún tipo de reto, ya fuera para su supervivencia diaria o cualquier otra cosa. Era frecuente que se le pasaran los plazos de renovación o de certificados de las ayudas sociales, con lo que tenía que apresurarse para que se reanudaran las ayudas[18] . Una vez su madre le compró una agenda para que pudiera apuntar el nombre y los números de la gente, y para anotar las próximas citas. Funcionó por un tiempo, pero luego pareció desaparecer. Además, Paula contaba con la ayuda de Maribel, una trabajadora social de zona. Maribel no sólo ayudaba a Paula a recuperar sus prestaciones sino que era también la fuente de información sobre empleos para Paula y su novio. Maribel era una madre soltera latinoamericana que estaba yendo a la universidad, y que vivía en un piso de protección oficial. Así que servía de modelo y de puente para muchas de las mujeres de la zona. Pero incluso con la ayuda de Maribel, Paula mantenía una existencia centrada en las crisis. Un día, yo estaba sentada en su salita hablando con su madre, esperando a Paula, y su madre dijo: “Sabes que Paula trabaja muy duro. Ha estado trabajando como loca”. Empecé a preguntarle si tenía un nuevo empleo, cuando ella continuó, “yendo y viniendo… corriendo detrás de la gente. Eso la mantiene ocupada todo el día”. Paula parecía divertirse estando tan ocupada, y le gustaba que yo llevase un recuento de todo eso. Eso legitimaba su vida cotidiana, y era una reminiscencia de su espiral descendente desde una infancia de clase media hasta la pobreza de adulto. Paula no era la única con este tipo de agencia. Lorena y Yolanda también la mostraron, aunque en bastante menor medida. En cualquier caso la agencia de crisis permanente era incompatible con el progreso personal, puesto que esto ocupaba la mayor parte de la vida de estas mujeres.

Finalmente, teniendo en cuenta el alto coste del alquiler en Boston, es sorprendente que Camila, Solana, Eliana y Julia pudiesen mudarse de los pisos de protección oficial a un área de viviendas comercial. Durante mi estudio, hablé con muchos residentes que me contaron su temor a perder su idoneidad para las viviendas de protección oficial. Esta preocupación hace que muchos residentes eviten las oportunidades de aumentar los ingresos, para que no suban los precios de su renta. Esta renuencia a vivir sin casa subvencionada es peor para aquellas mujeres de segunda generación que tienen viviendas públicas, tales como Mireya, Marta, Paula y Lorena. Las cuatro se criaron en pisos de protección oficial, y sus padres vivían también en barrios con concentración de viviendas de protección oficial. Mireya, Marta, Paula y Lorena no se ven a sí mismas sin una vivienda subvencionada y esto refuerza su sentido de estancamiento.

Conclusión

Este debate destaca la importancia de la narrativa de inmigración, y de redes de apoyo heterogéneas en el desarrollo del ascenso social. Para Camila, Marcela, Eliana, Solana, Eva, Lisa y Nina las variaciones de clase en las redes de apoyo social se convierten en un aspecto importante del aprendizaje de las mujeres, necesario para la movilidad. La exposición a miembros de diferentes clases sociales puede hacer de puente, no sólo estimulando a las mujeres a continuar con sus estudios, sino dando también consejos concretos de cómo hacerlo. La narrativa de inmigración que pasa por su mente les ayuda a plantearse metas, ganar en motivación y buscar oportunidades que refuercen en ellas un nivel de agencia orientado al progreso. Por el contrario, como vemos en el caso de Marta, Yolanda, Lorena, Jenny y Marcela, hombres autoritarios, que las maltratan, pueden tener efectos tremendamente perjudiciales en las familias durante generaciones. Las redes de apoyo social que son agotadoras, no recíprocas, limitadas y/u homogéneas no estimulan (y a veces evitan) que las mujeres aprovechen sus oportunidades. Estos elementos refuerzan un nivel de agencia estancado, que a su vez perpetúa la pobreza.

Por último, la heterogeneidad y la homogeneidad en las relaciones sociales de las mujeres de la muestra resultó ser la variable más significativa en el progreso personal o el mantenimiento en la situación de pobreza. Aunque en consonancia con la literatura, hay otros dos aspectos que merece la pena discutir para aclarar en mayor grado las dinámicas que hay detrás de las redes sociales que facilitan la movilidad: los lazos débiles no son suficientes, y los puentes juegan el papel más destacado. Tener la oportunidad de ver el desarrollo de las relaciones sociales en proceso, y ver las historias aparecer repetidamente, permitiendo una mayor especificación posterior, fueron aspectos muy positivos de la utilización de una metodología etnográfica en el estudio de las redes sociales. Encuestas o entrevistas cualitativas de una sola aplicación nunca me habrían permitido ver cómo las mujeres negocian su ambiente y sus relaciones sociales. Aunque los lazos débiles estaban claramente en juego en el logro de oportunidades, parece claro que la heterogeneidad de las redes de apoyo social, un sentido de agencia orientada al progreso y el acceso a vínculos con la voluntad de hacer de puentes, son componentes necesarios de las redes que facilitan la movilidad social en mujeres inmigrantes con bajos ingresos.

Agradecimientos

Esta investigación se llevó a cabo mientras la autora realizaba estudios de doctorado en la Universidad de Boston, y fue posible gracias a las ayudas del Department of Housing and Urban Development, la Woodrow Wilson Foundation, la Eileen Blackey Fellowship, la American Association of University Women y la Missy Carter Dissertation Fellowship. La autora agradece a los investigadores principales del Estudio de las Políticas de Bienestar Social, la Niñez y las Familias: Tres Ciudades: Ronald Angel, Linda M. Burton, Lindsay Chase-Lansdale, Andrew Cherlin, Robert Mofitt, and William Julius Wilson; y a los patrocinadores del estudio: The National Institute of Child Health and Human Development; Assistant Secretary for Planning and Evaluation, U.S. Department of Health and Human Services; Social Security Administration; The National Institute of Mental Health; The Boston Foundation; The Annie E. Casey Foundation; The Edna McConnell Clark Foundation; The Henry J. Kaiser Family Foundation; The Lloyd A. Fry Foundation; Hogg Foundation for Mental Health; The Robert Wood Johnson Foundation; The Joyce Foundation; The W. K. Kellogg Foundation; Kronkosky Charitable Foundation; The John D. and Catherine T. MacArthur Foundation; Charles Stewart Mott Foundation; The David and Lucille Packard Foundation; y The Woods Fund of Chicago. Agradezco especialmente a las entrevistadas del estudio su franqueza y sinceridad. También me gustaría agradecer a Isidro Maya Jariego, Nazli Kibria, James Quane, José Luis Molina y William Julius Wilson sus comentarios sobre versiones previas del artículo. Ninguno de los mencionados –personas e instituciones- se hace responsable de los argumentos expuestos en el artículo, ni necesariamente está de acuerdo con los mismos.

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[1] Enviar correspondencia a: silviadominguez@concast.net. Traducción de Isidro Maya Jariego (Universidad de Sevilla).

[2] Bourdieu definió el capital social como “el agregado de recursos actuales o potenciales que se vincula a la posesión de una red permanente de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento o reconocimiento mutuo” (Bourdieu, 1985, pág. 248).

[3] Mientras que la solidaridad limitada se asienta en los sentimientos de solidaridad basados en la confrontación externa de un grupo social, la confianza obligada se basa en la capacidad de sanción interna de la comunidad (Portes & Sensebrenner, 1993). [Los términos en inglés son, respectivamente, “bounded solidarity” y “enforceable trust”, N. del T.]

[4] Mientras que el 7.5% de los euro-americanos viven en la pobreza, el porcentaje aumenta hasta el 22.1% entre los afro-americanos y el 21.2% para los latinoamericanos (Dalaker 2000). Al mismo tiempo, en torno al 34% de las familias afro-americanas y latinoamericanas que tienen a una mujer como cabeza de familia viven en la pobreza, en comparación con sólo el 16.9% de las euro-americanas (Dalaker 2000).

[5] En este artículo los inmigrantes de segunda generación son aquellos que han nacido en Estados Unidos, con padres nacieron fuera, o que nacieron fuera y llegaron a Estados Unidos siendo niños.

[6] Para más discusión sobre el papel de los lazos débiles en la movilidad socioeconómica, véase Granovetter (1973, 1982).

[7] En español en el original [N. del T.].

[8] Se conoce como “gentrificación” los cambios que están experimentando los cascos antiguos de ciudades europeas y norteamericanas, donde están confluyendo dinámicas poblaciones contradictorias: por un lado, se instalan inmigrantes en viviendas en malas condiciones; pero, simultáneamente, individuos de clases acomodadas se establecen en la zona céntrica después de hacer importantes reformas en las viviendas. [N. del T.]

[9] En español en el original [N. del T.].

[10] Como dijimos en otro lugar, Marcela se mudó para cumplir su objetivo de volver a la escuela a aprender inglés, y para trabajar en un nuevo puesto en un barrio activo y floreciente.

[11] La información sobre los vínculos de las encuestadas se refiere en todos los casos a familiares y amigos con los que la encuestada tiene relaciones desde hace mucho tiempo.

[12] Tanto el Smith College como Radcliff son instituciones universitarias de prestigio, ubicadas en el área de influencia de Boston [N. del T.].

[13] Las instituciones universitarias “comunitarias” son consideradas por lo general de menos prestigio en los Estados Unidos [N. del T.].

[14] Los hijos de inmigrantes tienden a incorporar elementos de la cultura americana más rápidamente, y de modo diferente a sus padres. Esto da lugar a retos peculiares en las relaciones padres-hijos en las familias inmigradas, que dan lugar con frecuencia al distanciamiento emocional, y a un menor de influencia entre generaciones.

[15] Este término, de difícil traducción al castellano, hace un juego de palabras entre los términos “kin”, familia, y “scription”, derivado de guión. Como se desarrolla en el texto, es el proceso por el que se le asigna un trabajo familiar a los miembros de la familia, basándose en un supuesto difuso de reciprocidad. [N. del T.]

[16] En español en el original [N. del T.].

[17] Se trata de una institución universitaria ubicada en un área pobre donde residen mayoritariamente latinos y negros [N. del T.]

[18] Las prestaciones sociales requieren de una continua re-certificación, lo que suele mantener muy ocupadas a las madres que dependen de ellas. El carácter arbitrario e incierto del sistema de bienestar social alimenta un estilo de agencia centrado en las crisis en aquellas mujeres menos organizadas o menos estructuradas, como Paula, con lo cual se produce un proceso de retroalimentación.